En el
fondo, eres destrucción. Pero no en el sentido misterioso e intrigante que lo concibes, sino del modo patético y
silencioso que a veces notas. Lo puedes casi sentir en el modo en que tus ojos
se entornan solo un poco al leer cómo otros expresan sus tormentas o en el
aleteo frenético que percibes en el estómago cuando una idea especialmente
desagradable aparece en el fondo de tu cabeza. En las oraciones largas. En las
metáforas que nadie entiende.
Ese es
el estilo ahora, ¿no lo crees? Enredarse en palabras y palabras que nadie
comprende, en poesía disfrazada de reflexiones y de pensamientos de cartón que solo sirven para parecer profundo
y torturado cuando están publicando tan solo en una vitrina ante ojos desconocidos.
En el fondo, los desprecias. Pero no eres diferente, aunque la sola idea te
irrita, ¿no? Claro, eso de parecerse al
resto es solo interesante cuando son cosas que quieres. Cuando se trata de ser
enigmático y oscuro… todos son diferentes
Palabras.
No son más que palabras. Le dan una importancia sublime a los disfraces que
crean con ellas y los juguetes que construyen con su ayuda. No son más que
palabras. Valor incalculable. Más bien, pobre intento de aparecer y parecer.
Tristes imitaciones de la vida. Tristes formas de gritar que sí, estamos aquí y
a nadie le importa.
Retuércete
de dolor en palabras de frío, nubes, huracanes, sangre y soledad. Deja que el
resto vea cómo sufres y chupa su atención y su maravilla. Bebe. Y luego sonríe,
pero no demasiado. No vaya a ser que alguien piense que eres feliz. Trata de
embellecer una tristeza patética y cotidiana, de frituras y amigos lejanos. Viste
tu historia con finos hilos de palabras que cubren una desnudez vulgar y corriente,
una cara torpe tras una máscara de inexistentes luceros mustios. Una vida
cómoda pintada un poco de gris para las masas anónimas que también buscan un
poco de dolor. Un poco de exquisita agonía para enredarse. Y todos justifican
su patética maraña de fantasías.
Pero lo
notas. La obsesión en tus elecciones. Las fantasías, que todo el mundo tiene,
patética criatura. No creas que tu oscuridad es especial. Es solo una nube en
tu cabeza. Una nube gorda y negra de esas que amenazan lluvia y truenos, pero
que nunca hacen nada. Las que de verdad mojan son los cielos grises. Y tú
tienes demasiado color, aunque trates de pintarlo con lápiz grafito. Quieres
destruirlos a todos. Pero no sabes quiénes son todos ni lo que significa
destruir. Solo quieres jugar con metáforas, como todos los demás. Eso es
profundo y elegante y artístico. Pero son solo simplezas adornadas.
No son
más que copias y copias de copias. Como tú. Sigue escribiendo y hundiendo todo
en recursos literarios, en repeticiones, revisa la ortografía de tus
pensamientos, los referentes en tus emociones, las hipérboles de tus fantasías,
cuida la redacción de tus desvelos, no vaya a ser que alguien eche un vistazo y
vea que a tu oscuridad le falta ritmo o estructura. No vayan a descubrir
sombras de personajes sin desarrollar. Destrúyelos a todos, allí en tu mente,
donde todo siempre llueve y es siempre de noche y dónde tienes valor para
desangrarlos.
Y piensa
en él. Como siempre. Y sonríe. Sonríe con tus recuerdos y tus promesas y en las
palabras que fueron verdad y fueron mentira. Recuerda su voz y la forma de sus
burlas, imagina el aroma de sus cigarrillos o la textura de su pelo. Luego
ríete de ti misma y sigue extrañándolo. De la forma en que sabes, con memorias
y letras. Con palabras. Esas que no valen nada, pero que son tuyas. Y son de
él.
Pero
solo por un momento. Luego piérdete otro rato en nubes negras, que siempre hay
páginas blancas que rellenar. Mira a tu alrededor, esa vida cómoda y rutinaria,
esa vida normal, común, corriente como la maleza y apacible. Invéntale gritos y
lágrimas y baila con esas metáforas tan bonitas y repetidas. Luego destrúyelo
todo y siente la incomprensión del mundo. Porque eres especial. Diferente. Eres
tormenta y eres destrucción. Eres poesía en prosa y violencia en un latido.
Sigue creyéndolo
y deja que te admiren los que también aspiran a ser penumbra.
Luego intenta
olvidar que le temes a la oscuridad.
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