Nota de la autora: Un posible prólogo o fragmento de un texto más largo e inspirado en recientes investigaciones. Un vistazo a un lado algo más oscuro u fascinante del ser humano.
***
"No es lo mismo
sentarse a leer una novela en la que llueve que realmente sentir las gotas caer
sobre ti y enredarse en tu cabello, empapando tu piel.
No es lo mismo leer
sobre las víctimas de un crimen, recreándose en cada uno de los morbosos
detalles que ser una de ellas y que sea su piel la cortada, su sangre la
derramada o su vida la sesgada.
No es lo mismo leer
sobre la inteligencia del criminal y alabar su destreza, jadeando cuando
parezca estar acorralado que ser tú quien deba escabullirse y huir para no ser
capturado.
No es lo mismo
celebrar las victorias del villano y maldecir a los cabrones que atrapó y que
se merecen su suerte que realmente ser tú quien sea el ejecutor y vea los ojos
de esos infelices gritar junto a sus bocas.
Definitivamente, no es
lo mismo escribir sobre un asesino que enfrentarlo realmente.
¿No es así, señor
Navia?"
Cuando el escritor Víctor Navia terminó de leer el correo
electrónico, sintió que era mucho más viejo a los cuarenta y siete años que
tenía. Se tambaleó al levantarse, volcando la taza de té que tenía a su lado y
temblando sin control. Y, por más que luchó por evitarlo, gritó y gritó hasta
que el terror comenzó a fundirse con su propio sudor.
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