Nota de Autora: Un escrito creado el mes pasado y que, por alguna razón, quedó reposando allí, tímido de salir a la luz.
***
Pienso detenidamente en cómo enfrentaré la
"hoja en blanco" esta vez. ¿Quizás en una historia? ¿Quizás un relato
breve o quizás más largo? ¿Una reflexión? ¿O simplemente palabras y
sentimientos sin sentido que solo sirven como un colchón momentáneo? Sé que ya
he elegido esta última opción desde el momento en que el sabor amargo y la
sensación de desesperanza comienzan a devorarme y a gritar que escriba.
No diré que tiene sentido, porque realmente
no es así. Con una sonrisa coloco una canción que no deja de repetirse en mi
mente, satisfecha de que, puestos a torturarme con pensamientos inconexos, al
menos lo haré bien. Cierro los ojos y dejo que ella me envuelva por completa y
quizás, por primera vez en poco y demasiado tiempo, te extraño más de lo puedo
hacerlo.
―Muere
Por primera vez, me dejo envolver en ese
dolor nebuloso y uno a esa red de neblina tantos otros hilos de aflicción y
tristeza. De resignación y humillación, palabras que repito tantas veces que
incluso han comenzado a perder su significado. Sonrío y sé que pronto las
lágrimas se formarán en mis ojos y apenas murmuro las palabras de la canción.
Suspiro y sigo escribiendo. Nada tiene
sentido, pero mañana lo volverá a tener. Hoy es injusto, doloroso, oscuro y
quiero que desaparezca conmigo, pero mañana volverá a iluminarse, mañana la
justicia volverá a existir, mañana el dolor desaparecerá, mañana querré luchar.
Mañana volveré a sentir que existo.
Es siempre exactamente lo mismo. Quizás
simplemente estoy cansada hoy. Cansada de ser yo y de sentir que mi alma grita
y lucha en un cuerpo que no tiene nada de energía ni voluntad, en una mente
fría que no sabe arriesgarse ni quiere hacerlo. O quizás es tan solo otra
excusa. Otra de muchas otras. Como bien dice el dicho: "El que quiere
algo, busca el medio. El que no, busca excusas". ¿Realmente no quiero?
¿Acaso sé siquiera lo que quiero?
―Siente.
Lo hago. A veces lo olvido, sin duda
alguna. Otras veces, me sorprendo de mi propia oscuridad. Y otras pocas...
simplemente soy un remolino que acaba de nacer, que parpadea y parece
absorberlo absolutamente todo para luego desaparecer. Segundos de completo
abismo. Y segundos de desafío, de energía retadora, de gritos de guerra. ¡No
necesito que nadie crea en mí! ¡No necesito que nadie me diga quién debo ser! ¡Nadie
pondrá una venda sobre los ojos! Un segundo, pienso en ser un fenómeno, un
bicho de diez patas que causa lástima. Otro segundo y me siento poderosa con
mis diez patas, mis cadenas y mis sueños.
No voy a rendirme. No hoy. Quizás hoy
utilicé mi espalda para recibir los golpes de mi propia inseguridad ―de mi
propia consciencia―, pero esas heridas sanarán. Quizás hoy llore, pero también
sonrío y aprieto los puños y miro al frente. Ya pronto comienzo a sentir el
efecto sanador de escribir, de simplemente darme cuenta que los problemas, la
cobardía, la imaginación oscura y cada minúscula partícula de dolor se
transforman en simples palabras que no pueden tocarme.
No
voy a negarlo: siento mucha nostalgia. ¡Y eso que apenas ha pasado tiempo!
Quiero y sueño con muchas cosas, pero conozco cuál es mi posición y cuál es mi
camino. A veces me siento impaciente y muero porque ese camino vuelva a
cruzarse con el suyo, pero entonces recuerdo que eso tomará tiempo. Y que nada
que valga la pena es instantáneo.
He comenzado a divagar nuevamente, pero
realmente estas palabras no tienen sentido. Quizás algún día, si un rayo me
parte la cabeza y me convierto en una auténtica genio, estas entradas animarán
a algunos recién iniciados ―como lo soy yo ahora― para seguir adelante. Todos
tropezamos con piedras en nuestro camino. Quizás debería cambiar mis gafas para
tratar de evitar las mismas piedras de siempre.
―Lucha
Dejo mi mente en blanco por unos segundos y
me doy cuenta de que la tristeza continúa allí, enfurruñada porque haya usado
la escritura ―infalible la mayoría de las veces― contra ella. Espera una
oportunidad para volver a atacarme y no dudo que la tendrá. Y tendré que volver
aquí. ¡Suerte que son solo palabras! ¿Imaginas mi terapia fuera torturar
vagabundos? Eso sí sería problemático, ¿verdad?
Respiro profundamente y veo cientos de
trazos en la pantalla. Letras de dolor transformado en evasión y neblina.
Letras que bailan un ritmo que no existen. Letras que también son suyas. Todas
lo son. Cada una ella, aunque sea insignificante o inservible, es una forma de
recordarle que sigo aquí, que sigo amando, soñando, sufriendo y compitiendo.
Que sigo escribiendo, aunque a veces lo
hago solo para sentirlo a mi lado y para aliviar dolores que seguirán allí
mientras... siga siendo yo.
―Existe
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