Si
me dieras cinco líneas para llamarte empezaría con un saludo, con un
susurro, una sonrisa cómplice y misteriosa que solamente tú entenderías,
esa que luego se transformaría en una ceja alzada y en un ceño fruncido
y que empezaría a tomar la forma de una risa que parpadea y de un
"vuelve" que no me atrevo a pensar. Pero ese susurro luego sería un
grito que sería también una bofetada y un abrazo y una mirada que
atrevesaría tu cuerpo de fantasma.
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