―¡Alza la voz!
―¡Grita!
―¡Denuncia!
―¡Resiste!
―¡Lucha!
―¡Muévete!
―¡Reacciona!
El joven se vio rodeado de miles de voces que gritaban
furiosas y retrocedió, confundido. No sentía temor, porque veía personas
conocidas en aquella multitud, pero no entendía realmente qué estaba pasando.
Intentó hacerse oír, pero nadie lo escuchaba. Solo estaban gritando y gritando,
por lo que el muchacho simplemente se retrajo, tratando de alejarse de la
multitud.
Se escabulló por uno de los callejones. Se sorprendió al ver
que había muchos folletos tirados en el suelo. Recogió uno y se sentó en la
penumbra a leer. Era un manifiesto de protesta que denunciaba una serie de
horrendas injusticias que lo pusieron furioso. ¿Sería cierto todo aquello?
Se escapó de la multitud, aunque se detuvo un momento a ver
una muchedumbre distinta que caminaba hacia él con pancartas y gritos muy
diferentes.
―¡Calla!
―¡Respeta!
―¡Entiende!
―¡Conserva!
―¡Duerme!
―¡Ignora!
Corrió hasta la biblioteca más cercana, tapándose los oídos.
No quería escucharlos. A ninguno de ellos. ¡No sabía de qué hablaban! Sentía
que sus simpatías crecían por la segunda multitud, ya que sus gritos eran
fáciles de entender y, en especial, fáciles de cumplir. No requería esfuerzo.
Pero su natural curiosidad pudo más y comenzó a investigar más sobre aquel
folleto. Se pasó semanas y meses investigando, hablando con personas diferentes
y escuchando opiniones contrarias.
Finalmente un día miró por la ventana de su habitación y se
dio cuenta de que estaba mirando su hogar. Su país. Su barrio. Su gente. Algo
propio. Algo suyo. Algo que hasta el momento había ignorado, como si solamente
tomara prestado un escenario para su vida, sin preocuparse de él. «Soy parte de
este lugar». Finalmente se dio cuenta. Y también notó que había permanecido
como un bulto gris, inactivo, que no cuestionaba más que las órdenes de sus
padres como todo adolescente rebelde e ignorante.
―¿Alzo la voz o callo?
Sonrió. Salió a la calle y comenzó a repartir folletos entre
la gente que pasaba. Era algo diferente al primer folleto que había encontrado
hace algunos meses. No instaba a ninguno a luchar o callar, sino a buscar. A
buscar una opinión propia y no a quedarse allí, tranquilo, sin pensar que el
escenario que los rodeaba era algo que les pertenecía. Algo importante.
Las multitudes volvían a chocar en las calles con sus
propios gritos y sus propios folletos. Se encogió de hombros y repartió los
suyos hasta acabarlos definitivamente. Luego, tomó una pancarta y empezó a avanzar por la calle, con sus propios gritos. Por ahora, avanzaba y gritaba solo. Por ahora.
―¡Infórmate! ¡Investiga! ¡Cuestiona! ¡Duda! ¡Conoce! ¡Interésate! ¡Y luego opina!
No hay comentarios:
Publicar un comentario