Frente a la pantalla en blanco, un ceño
fruncido delataba mi preocupación e inquietud. Era francamente frustrante ver
cómo el símbolo parpadeaba en la pantalla y no era capaz de comenzar a teclear,
aunque, a decir verdad, tampoco ese era el problema concreto. ¿Publicar? ¿No
hacerlo? ¿Escribir o esperar? No eran decisiones de vida o muerte, por
supuesto, pero si metía la pata… no quería hacer algo de lo que luego me
arrepintiera.
Tragué saliva y comencé a pensar en qué
escribir, aunque la duda sobre si al final lo haría o no o si al final lo
publicaría o no continuaba picotéandome de la forma más molesta. Comencé a
sentir frío y me froté los brazos, tratando de entrar en calor, aunque parecía
inútil. Necesitaba decidir y rápido.
―No deberías hacer eso.
«Oh, por Azar…»
―¡Claro que debería! ¡Ya han pasado días!
Alcé la vista con una expresión torturada,
observando a los dos simpáticos fantasmas que estaban, cada uno, a un lado de
mí. El primero, Durk, era delgado y enjuto con una expresión serena y casi
impasible que en ocasiones me recordaba a mí misma. No era precisamente mi
preferido, aunque congeniábamos a la perfección. El segundo, Azmod, en cambio, algo
más gordito y de ojos brillantes, siempre me hacía reír, aunque pocas veces le
hacía caso.
Cada noche se aparecían para contemplar lo que
hacía, dando sus opiniones y, para ser sincera, volviéndome loca con cada uno
de los contradictorios comentaros que lanzaban sin que les preguntara. Apostaba
que esa vez no iba a ser la excepción.
―Han pasado tres días ―adujo Azmod, parándose
delante de la pantalla y cruzándose de brazos―. Deberías escribirle.
―¡Han pasado tres días! ―saltó Durk alzando
los brazos y el rostro al cielo con exasperación―. ¿Qué pasará cuando pase un
mes? ¿Vas a tirarte de un puente? ¿Vas a mandarte tú misma por correo? ¡Ten un
poco de paciencia!
―Oh, no lo escuches. ―Le dedicó una mirada
fulminante―. Él gusta de leerte. Ver que has escrito algo para él lo animará,
ya verás.
―Querrás decir que lo espantará. Una cosa era
bromear con la “Novia Psicópata” y otra muy distinta es, en efecto, convertirte
en una…
«Recuérdenme por qué los creé, por favor…»,
rogaba en mi mente en vano, pues los dos fantasmas se habían enzarzado en una
inútil esgrima verbal, para forzarme la mano y obligarme a que siguiera sus
instrucciones.
―¿Y qué le va a decir? ¿Le ha pasado algo
nuevo acaso? “Hola, querido tú, hoy miré el techo y tuve clases. Adiós. Love
you”. ―Durk miró a su contraparte con una expresión fastidiada e irónica―.
Calladita se ve más bonita ¿no crees?
―Claro que no. Estás completamente equivocado.
¡No importa lo que diga! Eso es lo que no entiendes, porque nunca te has
enamorado. ―Azmod se cruzó de brazos y se sentó sobre el teclado de mi
portátil, que hubiera aplastado con su redondo cuerpo si no fuera porque era
intangente―. Solo necesitará saber que lo recuerda, que piensa en él, que ocupa
parte de su tiempo para dedicarle unas palabras…
―¡Oh. Por favor! ¡El chico tiene algo que
hacer! ¡No está para leer tonterías! Ya verás: si sigue así, en un mes tendrás
al chaval ese harto de cada palabra que escriba. ¡Lógico! ¡Estás matando toda
la magia!
―Estoy preocupada ―dije de repente, tratando de
ignorar sus estridentes voces en mis oídos. Ambos se callaron de golpe,
mirándome con algo de confusión―. ¿Qué? ¡Pero si eso ya lo sabían! ―Hacía un
par de días que había llegado un mensaje nuevo que me había dejado algo inquieta,
pero no había tenido la oportunidad de conocer el fondo del asunto. Había
tratado de hablar del tema con mis dos fantasmitas, pero realmente… aquellas
discusiones terminaban siendo estériles.
Tal como lo pensaba, ambos volvieron a
enzarzarse en otra pelea, ahora sobre el tema que acababa de mencionarles.
Admitía que, en ocasiones, resultaba bastante útil conocer las posiciones
contrarias de ambos, pero en momentos como ese, realmente más estorbaban que
ayudaban.
―Él lo dirá cuando esté listo. Por algo no se
ha comunicado. Si vas a forzarle la mano de esa manera…
―… como tú lo quieres hacer ―intervino Azmod
con una sonrisa de suficiencia.
―… pues entonces no le estás dando el espacio
suficiente. No eres el centro del universo, chica. Ten paciencia.
―¡No! No es como si comprara un pasaje a
hacerle una visita ¿eh? Es solo publicar una breve reflexión, unas cuántas
palabras, nada más. ¡Puede que ni siquiera pueda leerlas!
―Entonces, ¿de qué sirven?
―¡Pues para que note que lo recuerda!
―Eso debería saberlo de sobra…
―Pues la cosa es que no y, además, más basta
que so-sobre a que fa-falte, como dice el dicho.
―Insisto, ¿qué le dirá? ¿Qué lo ama, que lo
recuerda? Uff, qué original. Por último que cuente algo gracioso…
―La idea no es que se convierta en su bufón
personal. Es simplemente un mensaje en un blog, por todos los santos, es una
forma de expresión ,nada más. ¡No le está pidiendo matrimonio!
―Pues para cómo va, poco le falta ¿eh?
―Deja de decir estupideces. Simplemente quiere
escribir algo para él.
―¡Deja entonces de decirlas tú! ¡Y no es
necesario escribir nada!
―¡SILENCIO!
Ambos fantasmas se sobresaltaron. Durk dio tal
respingo que casi se cae de la mesa, lo que hubiera sido realmente gracioso y
relevante, si no fuera porque podía flotar sin problemas y traspasar objetos
sólidos. Mi grito, por otra parte, solo hizo sonreír a Azmod que, nervioso,
trató de disculparse por la discusión.
―Ya me cansé ―dije entre dientes, mirándolos
con enfado a los dos―. Voy a escribir y san se acabó. ¡No! ¡No! ¡No quiero ni
una palabra! ¡Ya tomé la decisión! Si luego la embarro, bueno, será, pero
realmente, Durk, tendrás que empezar a crear mejores argumentos, porque los de
hoy, francamente fueron poco convincentes.
―Cuando llegue el momento, yo seré quien diga
el gran “Te lo dije” y ¡veremos quién ríe último!
―Gracias por tus constructivos comentarios.
Ahora shú, shú, los dos. Quiero estar tranquila.
Un segundo después, el silencio volvió a
apoderarse de mi habitación. Solté un suspiro y comencé a escribir, aunque las
dudas de Durk me habían tocado más de lo que deberían. ¿Qué cosa nueva podía
decirle? En realidad, en mi vida no sucedían cosas. Simplemente hacía cosas: traducía, leía, escribía. Pero
realmente no había nada que pudiera enriquecer su alma cuando leyera. Eso me
molestó un poco, aunque no tenía modo de remediarlo.
Empecé a sonreír, aunque no había escrito nada
gracioso. Podía sentir cómo cada nervio de mi cuerpo empezaba a brincar y a
revolcarse, revolviéndose sobre sí mismo. Podía percibir cada una de mis
emociones ponerse en fila y empezar a moverse a través de mí con cada palabra.
La preocupación por lo que no sabía. El ansia por volver a leer un nuevo
mensaje. La expectación. La admiración. La fe incondicional. Y, sobre todas las
cosas, el amor profundo e intenso que hacía que todas las demás fluyeran sin
problemas.
Eso era lo que quería plasmar. No era
original, no era nuevo, no era novedad, pero era lo único que realmente quería
decir: que le amaba y que nunca podría olvidarle. Sabía que eso era cursi y me
hacía reír de solo verlo en la pantalla, pero no me importaba. La verdad era que
lo amaba, que quería estar con él, aunque fuera como un fantasma y que esperaba
poder estar siempre ―aunque no lo estuviera― cuando lo necesitara. Quería que supiera que el tiempo no importaba y que por él esperaría lo que hiciera falta. Amor simplemente. Ridículo, incomprensible, preciso, contradictorio, real.
Era bastante simple, aunque las dudas de Durk
seguían merodeando por mi mente. ¿Sería demasiado psicópata haber esperado tan
poco tiempo para volver a escribir? ¿O Azmod tendría razón y había esperado
demasiado? Sonreí, me encogí de hombros y coloqué el punto final. Después de
todo… a veces lo esencial era simplemente dar un paso adelante.
―Siempre supe que estabas de mi lado ―susurró
Azmod con los pulgares en alto y una ancha sonrisa.
―¡Claro que no! ¡Solo fue esta vez! ¡Ya verás
como en la siguiente vuelve a sus cabales!
«Oh, por Azar…» Ahí íbamos de nuevo.
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