Nota de la autora: Comenzaré a realizar una serie de ejercicios que encontré en la página Literautas y que me han parecido muy simpáticos. Este se titula "El calcetín rojo" y la misión es crear un relato de al menos 300 palabras con un personaje buscando un calcetín rojo por algún motivo. ¡Espero les guste!
***
¿Cómo dice usted?
Se pasó una hora
buscando el jodido calcetín rojo y llegó a idear siete formas distintas de
usarlo para asesinar a su víctima. Tal vez cuando lo descubriera, podría usar
alguna de esos creativos métodos para enviarlo al otro mundo, aunque sabía que
no iba a hacerlo. Su estricto código homicida le impedía hacerlo, aunque para cómo
iban las cosas con la crisis y lo avispado que eran sus nuevas presas, tendría
que ir modernizando ese código.
«¿Qué le costaba
pedirme algo fácil?», se preguntó el asesino, rebuscando en la casa del infeliz
que había decidido matar, completamente en vano. Ninguno se la había jugado de
esa manera antes: pedían un anillo de su ex esposa, la fotografía de sus hijos,
la compañía de su perro… ¡Pero no! ¡Aquel imbécil tenía que elegir un maldito
calcetín rojo!
―¿Todavía no lo
encuentra? ―preguntó el futuro fiambre desde la sala de estar. ¿Era burla lo que
distinguía en su tono de voz? Estaba seguro de que eran ideas suyas. Sí. Eso
debía ser. Ideas suyas… ―Estaba seguro de que estaba en la cesta del lavado,
pero parece que me he equivocado.
«Uno, dos, tres, cuatro…»
Contar hasta diez lo ayudaría a pensar con tranquilidad. No tenía que
apresurarse, tenía todo el tiempo del mundo: el maldito calcetín tenía que
estar en algún lado. En ocasiones como esas, el asesino se lamentaba que
sufriera un trastorno obsesivo-compulsivo además de haber nacido psicópata. Los
psicópatas comunes y silvestres no se tomaban todas esas molestias, estaba
seguro.
―Si descubro que
ese calcetín no está aquí… ―amenazó en voz alta luego de que hubo revisado por
cuarta vez el armario del tarado.
―Oh, no,
descuide, ese calcetín está. Solo debe buscar bien.
Cuando finalmente
lo encontró cuarenta y cinco minutos más tarde, soltó un grito de furia que
solo fue superado por la carcajada histérica de su víctima cuando cayó al suelo
como un saco de papas con el pantalón
ensangrentado levantado levemente y enseñando en su pierna derecha inmóvil un feo calcetín rojo desafiando la lógica del
asesino.
«¿Qué clase de
imbécil usa calcetines de distinto color?»
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