Hoy fue la
primera vez que voté. Y es la primera vez que el país enfrenta una elección con
el sistema de Voto Voluntario. Soy una defensora de ese sistema, porque obligar
por la fuerza o por la amenaza de coacción a participar en el sistema político,
me parece un método digno de totalitarismos y dictaduras ―nunca mejor dicho,
con algunos candidatos que se ven―, algo impropio de la democracia que queremos
construir.
Es bastante probable
que haya perdido el voto, ya que mi opción fue alguien poco conocido, de un
partido político constituido recientemente y cuyo rostro no estaba en ningún cartel o en
ningún folleto de la ciudad. También, fue el único que respondió educada y
concretamente mi mensaje, pidiéndole su programa. El único de más de 40
candidatos, incluido varios de su partido, que tampoco presentaban programas
concretos y puntuales.
Es indignante y
deprimente que en pleno siglo XXI, con la revolución de las redes sociales, con la información disponible y con
la gran cobertura que se logra en la actualidad, se siga ensuciando la ciudad y
riéndose de la gente, ofreciendo campañas superfluas, vacías y estúpidas de
rostros y Photoshop. Es indignante y deprimente que en pleno siglo XII, con la
revolución de las redes sociales, con la información disponible y la gran cobertura que se
logra en la actualidad… la gente siga
votando por los mismos carteles y sonrisas falsas que en nada ayuda a su propia
calidad de vida.
La flojera
impera. Luego se quejan, luego salen a las calles a protestar por calles rotas,
por infraestructuras deficientes, por una educación asquerosa y por una salud pública
que no ayuda a la gente. Se quejan, gritan y luego no hacen absolutamente nada
por remediarlo. Nadie les pide que arriesguen su vida o su integridad física
para realizar cambios. Nadie les pide que enfrenten torturas en pos del bien
común. Solo se les pide que por favor salgan
de su letargo hipócrita y vayan al centro de votación a hacer una raya en una
papeleta.
Se les pide que piensen
antes de hacer esa raya y no voten a la primera cara bonita que
recordaron. Se les pide que no se demoren cinco minutos dentro de la urna
pensando: «¿El del fondo celeste con letras rojas o el que posó junto a
Bachelet?». No cuesta nada sentarse al computador ―¡ni siquiera implica
moverse!― y averiguar cuáles son las propuestas de los candidatos. Desechar los
que no tengan ningunas y solo usen la fuerza de su cara o apellido. Desechar
los que no sean de tu tendencia política. Desechar a los ladrones, los corruptos, los sinvergüenzas. Hasta llegar al que más te acomode.
Y si luego de
realizar ese proceso, que no te tomará más de viente minutos, descubres que tu
candidato es el mismo que ha plagado tu ciudad de carteles y propaganda… ¡Pues
qué va! ¡Vota por él! Pero lo harás informado, sabiendo cuales son todas las alternativas
y convencido de que estás ejerciendo tu derecho con responsabilidad.
Hablo utopías.
¡Gente votando informada! ¡Gente ignorando la propaganda y leyendo los
programas! ¡Tomás Moro reinando y tomando vino en una copa de oro mientras los
ángeles cantan y los pájaros le hacen coro en un mundo de prados verdes y arcoiris!
Es cosa de ponerse a pensar un poco y preguntarse si realmente es tan difícil
de lograr. ¿Es tan difícil? ¿Realmente es tan difícil?
Fue primera vez
que voté. No sentí que estaba cambiando el mundo, porque no lo hacía. Pero no
lo empeoré, que es bastante más de lo que puede decir mucha gente. Sabía quién
era cada uno de todos los nombres que estaban en el papel y que mucha gente
empezó a leer y a enterarse el mismo segundo de la votación. Sabía qué programa
y qué campaña había realizado cada uno y me dio pena que ganara la de siempre.
La política está
desprestigiada y el sistema colapsa lentamente. Habrá cambios. Quizás hoy.
Quizás mañana. Quizás en una década o un siglo. Pero los habrá, porque esa es
la ley de la vida humana y el ciclo de las sociedades. Quizás, tal como
pronosticaba un amado y jamás olvidado fantasma en tierras de fusiles, de ron y
puños alzados, esto no tiene más solución que la fuerza, que el sobresalto del
grito y del disparo, que el clamor de los oprimidos marchando sobre sus
opresores.
El ser humano es
una criatura esencialmente tendiente al mal. Pero todavía creo que queda una
chispa de luz que se puede rescatar. Quizás en unos años mis ojos también se
contagien de esa oscuridad, pero por ahora permanecen claros; por ahora,
todavía creo que solo se requiere voluntad para mejorar las cosas. Verdadera
voluntad. Me niego a creer que entre tantas personas, tantas almas, tantas
historias diferentes no haya alguien que realmente sienta la misma luz, que
repela la oscuridad, que de verdad sienta su interior ser atravesado ante la
injusticia y la necesidad de poner su fuerza al servicio del resto.
Me niego a creer
que estoy sola. Me niego a creerlo, porque no soy alguien especial. Si alguien
como yo, con sus miles de defectos, con sus miles de fallas y que apenas ha
vivido puede intentar luchar por algo distinto… ¿Por qué el resto no podría? ¿Por
qué alguien más no podría intentar lo mismo?
Solo hay que
saber mirar. Informarse. Conocer. Esforzarse. La política la hacemos todos.
¿Quieres ser parte de aquella masa hipócrita, que grita desde la comodidad de
su sofá, que grita desde el anonimato de una red social? ¿O quieres ser parte
del cambio? Si fracasas, lo habrás intentado. Si no lo intentas, ya has
fallado.
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