Nota de la autora: ¡Otro ejercicio de Literautas! En esta ocasión, se trata de hacer una lista de palabras en base de los siete pecados capitales y crear un relato a partir de quince palabras seleccionadas. He elegido el pecado de la lujuria. ¡Un saludo! (: Y que lo disfruten.
***
¿De qué color son tus ojos?
No hubo tiempo
para palabras o miradas. Sé que tus ojos son marrones y sabes que los míos
también lo son, pero podríamos equivocarnos en ese momento. Ya no nos
conocemos, ya no somos tú y yo, sino que somos lo que hacemos, somos movimiento y fuego. Has llegado
después de tanto tiempo, pero no tenemos nombre, aunque el mío esté en tu brazo
y el tuyo en cada uno de mis pensamientos.
Estrello mi palma
contra tu mejilla con una fuerza que nunca he tenido, pero tú solo hiciste lo
mismo con tu cuerpo y la muralla. Estoy segura de que más tarde un enorme
moretón en mi espalda me recordará que realmente eres tú y que ya te has ido.
En un segundo, me pregunto qué habría pasado si hubiera sido yo la hubiera
aparecido en el marco de tu puerta.
Pero, ¿para qué
hacerse preguntas cuando tu aliento a ron y cigarrilo inundan mi boca?
Retrocedo y me río, porque no puedo dejar de pensar en la ironía que estamos
besando. ¿Recuerdas que "Solo los malos fuman"? Entonces, ¿por qué no
estoy fumando? Me vuelvo a reír y tú parpadeas, aturdido, con las manos
ardiendo y los ojos sin un color definido mirándome, esperando que acepte.
Juego a que sé lo
que hago y retrocedo con los brazos extendidos, sonriendo. Juego a que no sabes
lo que estoy haciendo. Jugamos juntos y comienzas a reírte de mi propia
expresión de inexperta atrevida. Comienzas a deshacer la corbata que te
aprisiona el cuello y no puedo dejar de admirar las formas de tu cuerpo bajo
las sombras de tu camisa negra.
¿Acaso no te dije
siempre que adoraba a los hombres de negro? Negro que choca contra el rojo y
rojo que se envuelve en mis propios brazos. La espera se alarga por segundos
que no logro contar. Recorro los contornos de tus hombros ahora desnudos como
si fuera la primera vez que veo a un ser humano. Sonríes y me besas la cabeza
como a una niña.
Te empujo con
brusquedad y te miro con una expresión sarcástica. Siento un borboteo en el
contorno de mis muñecas y sé que quiero hacerte daño. Me envuelves nuevamente
en tu boca, pero esta vez hundo mis dedos en tu piel, tratando de romperla.
Gimes de dolor, pero no puedo escucharte y tampoco quieres detenerme.
Tomas mis muñecas
con fuerza, pero lucho contra tu agarre. Esta vez, te impones y aprietas,
exigiendo orden, exigiendo la obediencia que jamás te daré, pero que intentas
obtener con tus ojos. Me río y te beso un solo segundo para luego voltearme y
alejarme de ti. Sé que me seguirás y un escalofrío helado se desliza por mi
espalda desnuda subiendo hasta mi nuca. Durante un instante recuerdo que no sé
a qué estoy jugando, pero rápidamente lo olvido.
Me pregunto si
también lo sabes. Nunca realmente te lo pregunté. ¿Eres un jugador o un actor? ¿Eres
mi conquistador o mi vasallo? Quizás seas ambos, respondo mientras me siento en
el borde de la cama y te veo acercarte, erguido como una vara, con sonrisa de
primerizo y ojos de experto.
Te abalanzas como
un gato salvaje. Te dejo ganar esa batalla, aunque no sin luchar. Mis dientes
se hunden en tu cuello y sé que lo estás disfrutando tanto como yo. Te escucho
reír y también me río mientras vuelves a tomar el control. De pronto, me siento
helada cuando me miras con inseguridad, preguntando. Como el caballero que
nunca has sido, dubitativo.
La posesión es la
tenencia material con ánimo de señor y dueño, te recuerdo con un tono serio de
abogada que siempre tengo que practicar. ¿Dónde está tu ánimo de señor y dueño?
Jugueteo con las palabras y te ruborizas, dejándome al mando por un segundo
antes de que vuelvas a tu rol de dragón enfurecido. Estás al mando por un
momento. Me haces daño con tu cuerpo aplastándome y tus manos aprisionando las
mías casi con rencor, pero cierro los ojos con una sonrisa entreabierta.
Eres pegajoso e
impulsivo, recorriendo mi cuerpo con urgencia, apresurado, como si llegaras
tarde a alguna parte. Liberas mis manos y aferro tu cabello justo en el momento
en que dejo de tener sentido para solo tener sentidos. Eres fuerte y poderoso,
pero también tímido e inseguro. Mezclas el agua con la tierra y me acallas con
tus labios jadeantes. Nuevamente, acepto tu dominio, pero por solo unos
segundos antes de volver a atacarte como una sombra herida.
Aceptas tu dolor
y yo disfruto con él. ¿Cuánto tiempo transcurre? Ni siquiera es relevante, pero
cuando vuelvo a mirar a mi alrededor, recuerdo dónde estoy y quién soy. Mi
pecho respira con dificultad y sonrío con un recato que hacía unos minutos no
existía. Trato de taparme, pero también sonríes y aferras mi mano con una risa
nerviosa.
Recuerdo el color
de tus ojos y tu nombre. Tú haces lo mismo. Y por un segundo, volvemos a ser
aquellos amantes que nunca se separaron y que arden más allá de las
palabras.
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