Tiene
garras.
—Somos
amigos, ¿verdad?
Y es
peludo.
—No me
tienes miedo, ¿cierto?
Grande
y con grandes colmillos. Claro que es mi amigo, pero no soy capaz de decirlo.
Tiemblo cuando él olfatea el aire y cuando me mira con sus extraños ojos
amarillos. Es un color profundo, que se expande y se contrae con cada gesto.
—¿Por
qué no hablas?
No
estoy seguro de cómo responder a eso. Nunca antes me había ocurrido. Siempre
corría a abrazarlo y sentía su cuerpo grande y lleno de músculos peludos
cubriéndome por completo. A veces lo llevaba a la ducha y lo bañaba como a un
perro malcriado mientras él se reía y me salpicaba de agua. Incluso una vez
logré hacer que jugáramos a la pelota, pero sus afiladas garras habían pinchado
el balón y se sintió tan arrepentido, que nunca más intenté algo así.
Pero
esta vez olía distinto. Me miraba diferente. Se sentía extraño. Poderoso y
fuerte como una bestia salvaje, no como mi amigo. Él no parecía notarlo, porque
continuó contemplándome, exigiendo una respuesta que yo no tenía cómo darle.
—Hueles
raro —le digo por decir alguna cosa. Ni siquiera parpadea. No muestra sorpresa
ni intenta sonreírme con esos colmillos asomados que se transforman en una
máscara simpática con ese intento. Simplemente se queda allí, taciturno y
congelado en el umbral de la puerta, demasiado grande como para estar cómodo.
—¿Como
a qué? —pregunta con tranquilidad.
—No lo
sé... —Me rasco un brazo de forma distraída. Siempre me pica el cuerpo cuando
estoy nervioso, pero no me doy cuenta de eso hasta que alguien me lo hace
notar—. ¿Has estado en algún lugar... malo?
Esta
vez él se ríe y retrocedo, asustado. No es una risa siniestra ni salvaje ni
nada parecido: es una risa profunda e inconfundiblemente humana, como la de mi
hermano mayor o la de mi papá. Tranquila y divertida, pero cordial y educada.
Se encorva un poco y su hocico queda a la altura de mis ojos.
—No he
dejado este lugar en todo el día —dice y me doy cuenta de que soy yo el que
huele a sangre. Me doy cuenta tarde cuando él se relame y vuelve a sonreír.
Esta
vez entiendo la sonrisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario