Cobardes necios que
acusáis
al prójimo, sin
razón
sin ver que sois
una versión
de lo mismo que
condenáis.
Si con cinismo sin
igual
alardeáis vuestro
desdén
¿Cómo pretendéis
que obren bien
si vosotros mismos
soñáis el mal?
(Adaptación de un poema de Sor Juana Inés de la Cruz)
***
A veces me pregunto
si tiene caso realmente anhelar otra cosa que la mugre y el egoísmo que reina
el mundo. Al parecer, simplemente es cuestión de tiempo. De nada vale la
voluntad, el conocimiento, la firmeza o la integridad... todo está a la venta y
todo se corrompe por la ambición o el miedo. Un miedo cobarde, ni siquiera
prudente, que simplemente balbucea excusas para consolar conciencias.
Ni siquiera quiero
"filosofar" o pensar en sobre cómo deberían ser las cosas. Solo estoy
enojada. Indignada. Molesta. E impotente al ver que incluso entre las cuatro
paredes miserables y patéticas que llamo hogar, la hipocresía, la flojera, el
conformismo y la cobardía son cosa de todos los días. ¿Que alguien hace algo
indebido a solo metros de nuestras ventanas? ¡Pues critiquemos durante toda la
cena! Oh, pero no se os vaya a ocurrir a alguno comentarlo, pensar en denunciar
o en hacer algo. ¡Eso sería un
escándalo!
Y una mierda, la
verdad. Una mierda, porque así son todos. Así son exactamente todos. Y ay del
que quiera ser distinto o que intente rebelarse, porque le cae todo el peso
encima y sé por experiencia que la capacidad de convencimiento de un cobarde es
alta. Lo sé, también lo soy en muchos sentidos. Sé lo fácil que es excusarse y
lo fácil que es convencerse de que no hay otra forma de hacer las cosas, de que
así son y así serán.
Sé lo fácil que es
quejarse. Lo fácil que es mirar hacia otro lado y dejar de pensar en aquello
que nos incomoda. Sé que a veces hace falta mucho dolor y muchísima rabia para
poder actuar y que, aún así, en ocasiones no es suficiente.
Pero sé que cuando
algo es injusto, que afecta a muchas personas y cuando hay algo que podemos hacer, debemos hacerlo. Despertar de nuestro
letargo y arriesgarnos a hacer lo correcto. ¿Y qué he hecho yo para seguir mi
propio consejo, dirán? He denunciado. Me he movido. He intentado luchar con los
escasos medios que tengo y con las muchas cadenas ―algunas voluntarias― que
tengo sobre mis muñecas y tobillos. He hecho algo. Quizás poco. Quizás nunca lo suficiente. Quizás insignificante,
pero es más de lo que muchos. Y me avergüenza saber que yo, un pobre piojo
miserable en el fin del mundo, he hecho más que otros tantos que podrían
cambiar el curso de pequeños y valiosos destinos.
Escribir tampoco es
suficiente en muchas ocasiones. Pero en esta oportunidad no estoy sirviendo a
más causa que la de expresar mi propio desencanto. Mi rabia sorda que se enfría
demasiado rápido, porque está acostumbrada a estar sometida. Mi impotencia y mi
inutilidad. Ya que, si de algo me han convencido en estas malditas cuatro
paredes, es eso: que soy inútil. Lo sé. Pero no soy más inútil ni más cobarde
que cualquiera de vosotros. No soy más ignorante ni más soberbia que cualquiera
de vosotros. No soy más despreciable ni más perdedora que ustedes.
Y eso es triste. Es
triste ser así y comprobar que no se vislumbra nada distinto. Es triste
comprobar que no hay modelos, no hay ídolos ni roles a seguir, que nadie
siquiera aspira a ser distinto ni siquiera a intentarlo. Es triste saber que
soy incapaz de ser más de lo que soy y es triste saber que no hay nadie
dispuesto enseñarme. Es triste saber que soy inútil y que el resto también lo
es y que a nadie parece molestarle.
Era cierto aquella
frase que decía: "Lo único necesario para que la maldad triunfe es que los
buenos no hagan nada". Aunque quizás cabría preguntarse si realmente
alguien que no hace nada podría ser catalogado como una "buena
persona". Porque, ¿qué buena persona mira a su alrededor, el sufrimiento,
la injusticia, la desigualdad y el dolor y se siente conforme? ¿Qué persona
puede observar el mundo, encogerse de hombros, marcharse y sentir que es buena?
¿Ni siquiera un cuestionamiento? ¿Ni siquiera una reflexión?
Me niego a pensar
que no queda esperanza y por eso a veces me siento desesperada. Porque no hay
desesperación sin un rayo de esperanza. Sé que hay gente allá afuera, gente que
quizás lea esto o quizás no, que no se siente conforme y que esté luchando.
Gente que dedique tiempo de su vida en pensar en por qué las cosas suceden y en
qué podría hacer. Gente que, pese a que quizás le falte el valor de actuar,
sabe que las cosas no están bien y hace lo que puede para cambiarlo. Gente que
se sienta y realmente sabe que las
cosas están mal y quisiera cambiarlas.
Gente que es
diferente. Que es diferente de corazón, no por falta de oportunidades o poder.
Gente que, si pudiera hacer el mal sin miedo, no lo haría. Gente justa. Porque
el verdadero justo, no es aquel que no comete injusticias, sino el que pudiendo
cometerlas... no quiere hacerlo. Y seguiré luchando dentro de mi propio metro
cuadrado. Lo intentaré, aunque choque contra la ignorancia y el egoísmo una y
otra vez y aunque mi propio miedo me arrastre hacia atrás.
Sé que hay gente
distinta, porque yo quiero ser una y no soy mejor que nadie. Si yo lo intento,
quiere decir que otra persona ya lo logró. Y eso es hermoso.
Curioso texto. Un patetismo razonado. Sí, estamos, si, existimos, aqui afuera. No tengo respuestas para nosotros, salvo el miserable punto de apoyo q resulta de dividir y recortar y acomodar el bosque entre cuatro paredes. Q me complazco en ofrecer, et terram coelumque movebis, pero terram principalmente, va bien para vegetales prendimientos. [Siempre desanimo a cuantos por inclinacion se lanzan a la tarea prometeica de cambiar el mundo entero de arriba a abajo sin omision de parte ni particula; acaban cantando, q es poco resultado, puestos a comparar ambiciones y exhibiciones. Escribe, para el otro coro siempre habra tiempo; escribe, las cuatro paredes son 8 facetas, una vez añadidas las mias, escribamos, siquiera porq se deje sentir la metalica cadena q vincula tanto leopardo de circo y circuito regional con tanta pantera de patricia casa de fieras, el clamor de las letras es un clamor de grilletes y de bestias entre rejas. Los tabiques comunicantes escandalizan en cencerradas atronadoras, y por ahí anda Pitagoras, que sabe q el universo cursa con melodia y proporcion solo con mirar la distancia q separa las esferas. "¿Y por qué los demas no las oimos?" "Sí las oís. Pero, por haberos acostumbrado a su fondo rumoroso, no os dais cuenta." Hay rumor en tus letras, en ti esta la armonia y la fiera.]
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