La noche siempre ha pertenecido a los creadores. A los
escritores, músicos, artistas, pintores, constructores de sueños, mentiras y
verdades en forma de inspiración. Y hoy, mientras solo la luz penetrante de la
pantalla me devuelve la mirada, puedo sentir el susurro de la noche que se
acerca.
Una noche que me ha sido prohibida, que desperdicio con algo
tan burdo como el sueño y que, sin embargo, trato de aprovechar, en
compensación, soñando en grande, preparándome para cuando el día vuelva a
recibirme. Y pese a todo… siento que me llama. Siento que su ligero cosquilleo
de gelidez y soledad murmuran mi nombre.
Está allí afuera, esperando a que la abrace y prometa no
abandonarla nunca más, pero estoy atrapada aquí adentro, en una oscuridad que
es muy distinta a aquella que la propia naturaleza le ofrece a los artistas
insomnes, adictos a la emoción, rebeldes insomnes que luego observan el día,
confusos por su luz.
¿Será el frío? ¿El silencio? ¿La oscuridad? ¿Qué será lo que
causa este jadeo, este anhelo por lanzarme a la calle con una libreta bajo el
brazo y sentarme en un rincón para ver el brillo de la luna en los zapatos de
un extraño? Incluso el aire mismo huele distinto. Huele a sueños rotos y a
corazones rojos, a mensajes entre la niebla, a frío que arde.
Pero eres prohibida, noche mía. Eres prohibida, porque las
luces que se apagan a mi alrededor, también son una orden, un grito y una
amenazan que me alejan de ti, que me llevan a cerrar los ojos hasta que
desaparezcas en el horizonte. Solo conozco bien a tu hermano, el Día, que es
más perezoso, más juguetón, más ligero, productivo y simple.
Pero algún día os domaré a ambos. Y verás cómo las letras
fluyen bajo el amparo de tu abrazo, verás cómo la sangre corre por mis brazos
ante los cortes de mi dolor, verás cómo los gritos de guerra se escuchan en el
campo de batalla, te ruborizarás cuando sienta su nombre entre los trazos
curvos de las palabras y verás realmente cómo es mi alma, esa seductora e
imaginaria esencia que me forma y que ahora solo está enjaulada entre barrotes
de oro.
Por ahora solo somos extrañas. Pero un día, serás testigo de
quien soy en realidad y me conocerás. Conocerás lo que soy y lo que amo y te
poseeré tal como otros ya lo hacen. No temas ese día. Yo tampoco lo haré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario