―Acércate un poco más…
―¿Por qué? ¿Tienes algo que mostrarme?
―Sí.
―No te creo.
―¿Dudas de mí?
―¿Por qué no?
―Porque yo soy tú…
―¿Y eso qué?
Ninguno logró responder esa pregunta. Se mantuvieron en
silencio hasta que finalmente la vela se apagó y quedaron en completa oscuridad.
Intentaron mirarse a los ojos, pero los tenían oscuros y no podían brillar en
la penumbra. Hubiera sido fácil para cualquiera de ellos intentar matar al
otro, pero sabían que era inútil.
Estaban atrapados allí. Tal como yo, pero no iba a decirles
nada.
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