Técnicamente esto no debería estar pasando. Todo comenzó
como una broma, una apuesta o una borrachera, no recuerdo bien, pero sí que recuerdo que no debió terminar
así. Si no estuviera tan asustado, probablemente me estaría riendo.
Arañé las paredes con las manos y grité de dolor cuando una
uña se me partió en dos y empezó a sangrar. La sola idea de que una uña pudiera
romperse de esa manera me hizo sentir angustiado y aterrorizado, pero no atiné
a nada más que chuparme el dedo y empezar a patear el techo con los pies tanto
como podía hacerlo en un espacio tan reducido.
―Vamos, vamos, vamos. ―Más tarde me daría cuenta que estuve
diciendo eso todo el rato que estuve dentro. ¿Fueron horas? ¿O solo segundos?
Cuando por fin pude atravesar la madera con mi pie ensangrentado, grité de
alivio al encontrarme al fin fuera de esa caja infernal.
No entendí por qué todos estaban vestidos de negro ni menos qué
estaba haciendo en una Iglesia. O por qué todos se pusieron a gritar de
repente.
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