Jaque, tú mueves

viernes, 7 de febrero de 2014

El juego había durado demasiado. Sin embargo, eso le agradaba al peón que lideraba el último batallón, el Capitán Negro, pues permitía continuar con ese desafío. Significaba que había conseguido mantener a su señor Rey a salvo durante todo ese tiempo. Con todo, las cosas comenzaban a complicarse. Los enemigos blancos se acercaban cada vez más y el reino se encogía de temor al pensar en que pudieran tomar la capital del reino y matar a los soldados. 

—Tenemos que movernos más rápido —dijo uno de sus camaradas, enfundado por completo en su cota de malla y su armadura negra. Sangraba por uno de sus brazos, pero permanecía en pie a su lado. —Pronto nos alcanzarán. —Titubeó durante un momento y el Capitán supo que traía malas noticias—. Han capturado a la Reina. 

Al Capitán se le cayó el alma a los pies. La Reina era una guerrera poderosa y letal y todos se desmoralizarían sin su presencia. Ya podía ver los rostros cansados de los hombres que tenía a su cargo, con los pies sangrantes y las espadas rotas. Observó el horizonte con determinación y miró hacia el cielo, rezando una plegaria. 

—¿Qué va a hacer, señor? —preguntó el mismo soldado que le había entregado la noticia. El Capitán no respondió. Dirigió su mirada a uno de sus superiores, el estilizado y fiero Primer Maestro, el alfil del Rey, que también se había dado cuenta de la situación. No podía acercarse a él para pedirle permiso, porque todos sus movimientos estaban dominado por el enemigo blanco que continuaba lanzando piedras contra ellos, asediándolos sin cesar. 

—Voy a ir por ella —susurró y el Primer Maestro asintió con la cabeza. No sería la primera vez que se arriesgaba de ese modo. Necesitaría la ayuda de sus compañeros, pero podría llegar hasta las líneas enemigas y rescatarla. Lucharía a su lado y salvarían su reino. Lograrían vencer. El Capitán se agachó y se ensució las manos con tierra ensangrentada; luego blandió su espada y se preparó para morir en la lucha. Había dado su sangre y su alma por su reino múltiples veces y, aunque en muchas ocasiones, la fatiga lo venció y creyó que su vida había terminado, sus compañeros habían logrado salvarle la vida muchas veces. Y siempre sentía que su alma se rompía cuando los veía morir. 


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