Susurro: Un diálogo de excusas

lunes, 29 de octubre de 2012


―Llueven excusas en el mundo, querida ―dijo el hombre quejumbroso mientras esperaba su taza de café―. Nadie reconoce su responsabilidad, nadie tiene paciencia, nadie tiene voluntad, nadie quiere luchar, nadie respeta su palabra.
―Así es, querido ―respondió la mujer con una mirada aburrida y cansada en su rostro. Corría de aquí para allá, tratando de dejar limpia la casa y de preparar el desayuno mientras procuraba concentrarse en todo lo que él decía. 
―¿Por qué las cosas son así? ¿Por qué la gente nos abandona? ¿Por qué ya nadie tiene interés en dedicarle tiempo al otro? ―Apoyó sus codos en la mesa y se quedó mirando las hojas del periódico con una expresión impaciente y frustrada.
―Quizás es porque no miramos a los que nos rodean ―murmuró la mujer un segundo antes de vaciar el café sobre la cabeza de su marido y de salir dando un portazo de la cocina.

Lo que somos en política

domingo, 28 de octubre de 2012

Hoy fue la primera vez que voté. Y es la primera vez que el país enfrenta una elección con el sistema de Voto Voluntario. Soy una defensora de ese sistema, porque obligar por la fuerza o por la amenaza de coacción a participar en el sistema político, me parece un método digno de totalitarismos y dictaduras ―nunca mejor dicho, con algunos candidatos que se ven―, algo impropio de la democracia que queremos construir.
Es bastante probable que haya perdido el voto, ya que mi opción fue alguien poco conocido, de un partido político constituido recientemente y  cuyo rostro no estaba en ningún cartel o en ningún folleto de la ciudad. También, fue el único que respondió educada y concretamente mi mensaje, pidiéndole su programa. El único de más de 40 candidatos, incluido varios de su partido, que tampoco presentaban programas concretos y puntuales. 
Es indignante y deprimente que en pleno siglo XXI, con la revolución de las redes sociales, con la información disponible y con la gran cobertura que se logra en la actualidad, se siga ensuciando la ciudad y riéndose de la gente, ofreciendo campañas superfluas, vacías y estúpidas de rostros y Photoshop. Es indignante y deprimente que en pleno siglo XII, con la revolución de las redes sociales, con la información disponible y la gran cobertura que se logra en la actualidad… la gente siga votando por los mismos carteles y sonrisas falsas que en nada ayuda a su propia calidad de vida.
La flojera impera. Luego se quejan, luego salen a las calles a protestar por calles rotas, por infraestructuras deficientes, por una educación asquerosa y por una salud pública que no ayuda a la gente. Se quejan, gritan y luego no hacen absolutamente nada por remediarlo. Nadie les pide que arriesguen su vida o su integridad física para realizar cambios. Nadie les pide que enfrenten torturas en pos del bien común. Solo se les pide que por favor salgan de su letargo hipócrita y vayan al centro de votación a hacer una raya en una papeleta. 
Se les pide que piensen antes de hacer esa raya y no voten a la primera cara bonita que recordaron. Se les pide que no se demoren cinco minutos dentro de la urna pensando: «¿El del fondo celeste con letras rojas o el que posó junto a Bachelet?». No cuesta nada sentarse al computador ―¡ni siquiera implica moverse!― y averiguar cuáles son las propuestas de los candidatos. Desechar los que no tengan ningunas y solo usen la fuerza de su cara o apellido. Desechar los que no sean de tu tendencia política. Desechar a los ladrones, los corruptos, los sinvergüenzas. Hasta llegar al que más te acomode.
Y si luego de realizar ese proceso, que no te tomará más de viente minutos, descubres que tu candidato es el mismo que ha plagado tu ciudad de carteles y propaganda… ¡Pues qué va! ¡Vota por él! Pero lo harás informado, sabiendo cuales son todas las alternativas y convencido de que estás ejerciendo tu derecho con responsabilidad. 
Hablo utopías. ¡Gente votando informada! ¡Gente ignorando la propaganda y leyendo los programas! ¡Tomás Moro reinando y tomando vino en una copa de oro mientras los ángeles cantan y los pájaros le hacen coro en un mundo de prados verdes y arcoiris! Es cosa de ponerse a pensar un poco y preguntarse si realmente es tan difícil de lograr. ¿Es tan difícil? ¿Realmente es tan difícil?
Fue primera vez que voté. No sentí que estaba cambiando el mundo, porque no lo hacía. Pero no lo empeoré, que es bastante más de lo que puede decir mucha gente. Sabía quién era cada uno de todos los nombres que estaban en el papel y que mucha gente empezó a leer y a enterarse el mismo segundo de la votación. Sabía qué programa y qué campaña había realizado cada uno y me dio pena que ganara la de siempre.
La política está desprestigiada y el sistema colapsa lentamente. Habrá cambios. Quizás hoy. Quizás mañana. Quizás en una década o un siglo. Pero los habrá, porque esa es la ley de la vida humana y el ciclo de las sociedades. Quizás, tal como pronosticaba un amado y jamás olvidado fantasma en tierras de fusiles, de ron y puños alzados, esto no tiene más solución que la fuerza, que el sobresalto del grito y del disparo, que el clamor de los oprimidos marchando sobre sus opresores. 
El ser humano es una criatura esencialmente tendiente al mal. Pero todavía creo que queda una chispa de luz que se puede rescatar. Quizás en unos años mis ojos también se contagien de esa oscuridad, pero por ahora permanecen claros; por ahora, todavía creo que solo se requiere voluntad para mejorar las cosas. Verdadera voluntad. Me niego a creer que entre tantas personas, tantas almas, tantas historias diferentes no haya alguien que realmente sienta la misma luz, que repela la oscuridad, que de verdad sienta su interior ser atravesado ante la injusticia y la necesidad de poner su fuerza al servicio del resto.
Me niego a creer que estoy sola. Me niego a creerlo, porque no soy alguien especial. Si alguien como yo, con sus miles de defectos, con sus miles de fallas y que apenas ha vivido puede intentar luchar por algo distinto… ¿Por qué el resto no podría? ¿Por qué alguien más no podría intentar lo mismo? 
Solo hay que saber mirar. Informarse. Conocer. Esforzarse. La política la hacemos todos. ¿Quieres ser parte de aquella masa hipócrita, que grita desde la comodidad de su sofá, que grita desde el anonimato de una red social? ¿O quieres ser parte del cambio? Si fracasas, lo habrás intentado. Si no lo intentas, ya has fallado.

Terror non est [Fanfiction] - Epílogo

sábado, 27 de octubre de 2012


Terror non est [Fanfiction de Teen Titans]
Epílogo: ¿Real o falso?

 
Recuerdo poco de lo que ocurrió después. Sabía que nos habíamos despertado en un almacén y que reunimos fuerzas de flaqueza para capturar a Chang. Le dimos su merecido y llamamos a las autoridades, que no fueron demasiado colaboradoras al ser un día de fiesta. No era el primer lunático de la noche ni el último en aprovecharse de la festividad para armar lío. Requisaron una gran cantidad de gas del miedo del Espantapájaros en su poder, aunque no era el original, sino una copia modificada.

Cuando lo interrogamos sobre su origen, solo dijo que había sido un regalo. Parecía igual de asustado que todos nosotros, aunque luego de que lo soltamos, se reía a carcajadas, mirándonos con malicia. Pedí a uno de los agentes que me permitiera revisar la evidencia y me llevé un poco de la sustancia ―de la que conocía muy bien su composición o eso creía― para investigar. Luego nos dirigimos a la Torre, en un silencio que me oprimía, pero que no lograba romper.

La Torre estaba vacía y silenciosa. Había adornos de Halloween por todas partes, pero ninguno de mis amigos parecía prestarle la más mínima atención. Incluso Chico Bestia estaba callado y pensativo, con una mirada perdida. Sabía que era un efecto secundario bastante común, pero realmente odiaba verlos así sin poder ayudar. Pensé en pedirle a Cyborg que nos hiciera algunos exámenes para ver si esa toxina ya había abandonado definitivamente nuestros cuerpos, pero me arrepentí al último minuto. Necesitábamos descansar. Quizás mañana sería otro día…

―Amigos… ―Volví el rostro hacia Starfire, que lucía afligida. Se me encogió el corazó[justify]n, pero permanecía firme en mi lugar, sin demostrar debilidad―. Sé que no es el momento… pero… sería realmente muy triste que no probáramos los dulces que teníamos para hoy…

―Star, no creo que… ―comencé, pero Cyborg me interrumpió.

―Un bocadillo no me vendría mal. ―Me miró con elocuencia―. Digo… están ahí, los teníamos preparados. Además…

Entendí lo que quería decir. Quizás estuviéramos muy cansados. Quizás comer era realmente lo último que queríamos hacer. Quizás estar solos era lo único que deseábamos. Pero no era lo que necesitábamos. Necesitabamos sanar y sentir que no estábamos solos. Necesitabamos estar en familia.

La sonrisa de Chico Bestia se formó radiante en su rostro fatigado cuando asentí con la cabeza. Starfire levitó por primera vez desde que capturamos a Chang y corrió en busca de la cesta de dulces que habíamos preparado para esa noche.

―¡Ni se te ocurra, Bestita! ¡Nada de películas!

―¡Oh, vamos! ¡Es “Inmenso Terror Deluxe en 3D! ¡Solo lo tendré este fin de semana, tengo que devolverlo! Además, ¿qué podría ser peor que lo de Chang?

―Se me ocurren algunas alternativas ―murmuró Raven con una mirada amenazadora y cotidiana. Sonreí ante la escena. Fue como si un enorme peso se deslizara de mis hombros. Entrechoqué la palma con Cyborg y caminé hacia la sala común, cansado, pero dispuesto a pasar la noche con mis compañeros.

―Bueno, tenemos una fiesta de Halloween ¿o qué? ―gritó Cyborg, colocando algo de música. Hasta Raven parecía aliviada, quizás de no tener que enfrentar sola aquella noche en particular. Sabía que los siguientes días serían duros para todos y que pasaríamos muchas noches de insomnio. Hablaríamos de lo que habíamos visto. Y las ocuparía para investigar cómo había llegado ese material a las manos de Chang. ¿Por encargo? ¿Era un regalo como él había dicho? ¿O se trataba de un plan más elaborado? Ya tendría que pensarlo.

Esa noche, al menos por unas horas, solo quería recordar que Halloween solo era una fiesta, un momento para pasarlo entre amigos, sin verdadero miedo. Avancé hacia el sofá principal.

Je, je, je… ¿Realmente crees que te librarás tan fácilmente?

―¡Robin! ¿Vienes o qué, viejo? ¡Bestita se está comiendo todos los dulces!

Sin verdadero miedo… ¿verdad?

Terror non est [Fanfiction] - Capítulo IV

Terror non est [Fanfiction de Teen Titans]

Capítulo 4: Espejo
 

Terror non est [Fanfiction] - Capítulo III

Terror non est [Fanfiction de Teen Titans]

Capítulo 3: Crepúsculo
 
Los nervios se me pusieron de punta cuando escuché los primeros balbuceos. No parecían humanos, por lo que rápidamente pensé en todas las técnicas que tenía a manos para enfrentar monstruos, sombras, alienígenas o animales de cualquier clase. Tenía que estar preparado para todo. Le hice algunas señas a Chico Bestia, tratando de apartar de mi mente la pregunta de dónde estaría Raven. No sabía si había huido o tenía un plan, aunque me resistía a creer que ella nos había abandonado. Sin duda, debía haber una explicación.

Pero no había tiempo para pensar en eso.

Y cuando comenzaron a entrar desde la propia pared, supe que habíamos cometido un error. Supe que Chico Bestia tenía una innata capacidad para adelantarse a los acontecimientos más horribles. Y supe que no estábamos preparados. Los balbuceos, gruñidos y huesos chocando unos con otros en una sinfonía asquerosa me paralizaron por un momento, pero rápidamente recobré la compostura.

―¡Chico Bestia, al ataque! ―grité, tratándole de infundir valor.

Nunca había luchado con zombies, pero había visto muchas películas junto a Chico Bestia y a Cyborg. «Cyborg…» No quería pensar. Él tenía que estar bien. De seguro se abriría paso hasta nosotros en cualquier momento… Mientras, teníamos que luchar. No era difícil combatir contra huesos roídos por el tiempo y la podredumbre, además de sus cráneos partidos, sus vísceras aún sangrantes y las cuencas cubiertas de insectos devorando lo que quedaba de sus ojos.

No eran diferentes a otros monstruos repulsivos que antes habíamos combatido. Pero lo eran. Me sorprendía su agilidad y, en un arrebato de infantilismo, anoté mentalmente el desechar todas las absurdas películas de terror que teníamos guardadas y proveernos de nuevos filmes que nos ayudaran a combatir a zombies reales. Casi sonreí ante la sola idea. Nuevamente me sentía en mi elemento, asestando golpes y patadas con precisión, sin preocuparme de los efectos que provocaba en aquellos muertos, concentrado únicamente en derribarlos a todos. Casi volvía a sentirme… normal.

―¡No! ¡No! ¡No! ¡No!

―¡Chico Bestia! ―Rompí el cráneo de uno de aquellos zombies deformes por la mitad y aparté la mano de los restos de cerebro que quedaron en mis guantes―. ¿Dónde estás? ¿Me escuchas? ¡Chico Bestia!

Veía que luchaba en la forma de un tigre contra un par de zombies que no alcanzaba a reconocer. Incluso en su forma animal, podía distinguir el dolor y la pena en sus ojos y corrí hacia él para intentar ayudar. Una mano agarró mi capa y me tiró al suelo. Sentí el dolor del golpe, pero rápidamente me deslicé a un lado para evitar que la horda de muertos me atrapara. Me volteé.

Horror.

La sangre se heló en mis venas y pude sentir como el corazón se detenía en mi pecho. Era como si una mano invisible hubiera agarrado mis entrañas y las hubiera apretado hasta no dejar más que un líquido rojizo y chorreante a través de mi cuerpo.

¿Qué sucede, hijo? ¿Te olvidaste ya de nosotros?

―¿Olvidaste tan pronto a tu familia? ¿El petirrojo olvidó cómo volar?


«Mamá… papa…» Temblaba. Podía sentir una mezcla de emociones y sensaciones azotando mi mente y mi cuerpo y me vi incapaz de reaccionar por algunos segundos. Sentí deseos de vomitar y dejarme caer, de cerrar los ojos y despertar en mi cama, en la Torre, quizás con el ruido de la alarma o de un nuevo amanecer. O, mejor aún… amanecer nuevamente en el circo, donde ellos, reales y vivos, me esperaban para una nueva función.

El asco, la repulsión, la rabia y el dolor jugaban con mi mente y la retorcían. Oí que alguien se reía y arremetí casi con odio contra aquellos cuerpos falsos que solo deshonraban la memoria de quienes más amaba en el mundo.

―¡¡USTEDES NO SON ELLOS!!

Destrocé sus cuerpos bajo mis manos con gritos de rabia y desesperación. Sus huesos se rompieron bajo mis puños y sus gritos se apagaron contra el ruido de mi propia voz. Ahora sabía lo que había visto Chico Bestia. Podía entender su rabia, su dolor, su furia. Los seres queridos que habíamos perdidos ahora volvían contra nosotros como fantasmas repugnantes, obligándonos a destruirles y a ver sus cadáveres ante nuestros pies.

«No son ellos, no son ellos», me repetía en mi mente. Sabía que ellos no eran reales, que no eran más que un truco sucio y retorcido de algún psicópata, creado para torturarnos. No era la primera vez que me enfrentaba de esa manera a mis padres, pero el dolor no era menos ni por un ápice. Apreté los puños y controlé cualquier otro impulso que tuviera. Con cierta frialdad y lástima, vi el cadáver descompuesto y despedazado de Terra y me acerqué a Chico Bestia que estaba de pie junto a varios trozos de cuerpos, con el rostro desencajado.

―No son reales ―susurré y apoyé una mano en su hombro, apretando con fuerza. Él bajó la vista y apretó los dientes―. Son solo trucos para atacarnos. ―Tragué un poco de saliva, sin saber cómo seguir―. Ella está viva ¿recuerdas? Está bien. Eso… ―señalé el conjunto putrefacto de huesos sin siquiera detenerme a mirar―, es solo un fantasma.

Él asintió con la cabeza y me dedicó una mirada agradecida. Ambos sabíamos que aquello no era más que un engaño, pero eso no lo hacía menos duro. Estreché su mano y ambos soltamos un suspiro. Me prometí a mí mismo volver a la tumba de mis padres tan pronto como pudiera salir de allí. Quizás podría hablar con Bruce…
―Vamos a salir ―dijo Chico Bestia―. ¡Vamos a patear sus traseros y a salir de aquí!

Antes de que su entusiasmo pudiera darme más energía, nuevos gruñidos y sonidos comenzaron a acercarse. Le dediqué una mirada decidida y él volvió a asentir: estaba preparado. Más cuerpos descompuestos aparecieron a través de la pared, arrastrándose y corriendo hacia nosotros, dispuestos a devorarnos. Antes de que pudiera dar la orden de ataque, ahogué un grito de sorpresa.

―¡Starfire!

―¡Viejo, es Cy! ¡Y Raven!

Nuestros tres amigos habían aparecido junto con la horda de cadáveres y habían empezado a luchar contra ellos.

―¡Booyah!

―¡Nadie va a tocar a mis amigos! ―oí gritar a Starfire y creía que el corazón se me saldría del pecho de alegría. ¡Todos estaban bien! Estaban allí, a salvo, peleando. Solo me demoré unos cuantos instantes en unirme a ellos y en menos de quince minutos, solo estábamos nosotros bajo una pila de huesos y descomposición, de la que nos ocupamos de amontonar en un rincón.

Starfire fue la primera en abrazarme y en quitarme todo el aire de los pulmones. No podía estar más feliz de que pudiera volver a sentir eso. Chico Bestia se había abalanzado sobre Cyborg, que lo tenía ahora agarrado del uniforme, cabeza abajo mientras ambos se entrechocaban las palmas. Raven, siempre algo más retraída, simplemente nos observaba desde una distancia con una expresión que reconocí como aliviada en su rostro encapuchado.

―Amiga Raven, ¿estás bien?

―Estoy bien ―respondió. Al notar la mirada penetrante tanto de Chico Bestia como de mí, rodó los ojos y añadió―: Logré curarme un poco. Ya estoy bien. Gracias por la ayuda.

―¡Eso es genial, Rae! ―Ahora fue turno de Chico Bestia de abrazar a la chica, quien solo mostró una expresión fastidiada y rutinaria, aunque la tensión en su cuerpo había casi desaparecido―. ¡Creía que los zombies iban a comer nuestros cerebros!

―Probablemente se habrían muerto de hambre contigo.

Chico Bestia le devolvió una mirada seria, pero se echó a reír de inmediato. Cyborg le siguió y, lentamente, cuatro miembros del equipo ―incluido yo mismo― nos estábamos riendo a carcajadas de aquella broma, mientras el rostro algo incrédulo y desconfiado de Raven nos taladraba.

―Quizás sí se comieron sus cerebros ―comentó por toda respuesta. La tensión acumulada durante todo ese tiempo, del cual todavía no tenía parámetro, pareció reducirse con esa risa descontrolada y sin sentido. Durante algunos minutos, simplemente estuvimos allí, riendo como si estuviéramos en la Torre viendo una película, sin preocupaciones, sin cadáveres a nuestro alrededor, sin miedo, sin heridas.

Miré a mis amigos y noté que todos estaban cansados y asustados. Starfire parecía ser la que lo había tenido mejor, pero sabía que eso era solamente algo físico: su contextura guerrera seguramente le había permitido resistir mejor los ataques, pero sabía que era su alma la que había sido más lastimada. Cyborg, por su parte, tenía algunos circuitos rotos y algunas extremidades algo sueltas, pero parecía estar bien… o tan bien como podría estarse en un lugar como ese. Ya no estábamos solos. Nos teníamos unos a otros. Ahora podríamos encontrar la solución.

―¿No vendrán más criaturas repugnantes? ―preguntó Starfire con un tono de voz algo agudo.

―No. ―Todas las miradas se dirigieron hacia Raven, quien simplemente agregó―: No siento a nada más que a nosotros. ―Sus ojos parecían destellar en la oscuridad―. Supongo que simplemente intentaban alterarnos.

―¿Ustedes también…? ―aventuró Chico Bestia, observando a Raven, Starfire y Cyborg indistintamente―. ¿También vieron a…?

―Sí… ―Cyborg cruzó con las chicas del grupo―. Es un truco sucio, hombre. ―Hizo chocar su mano con el puño y apretó los dientes―. Vamos a derrotarlos. ―No pregunté qué habían visto y tampoco lo haría en ese momento. Tampoco me apetecía hablar sobre lo que yo había visto, aunque sabía que lo haríamos eventualmente para sanar.

Nos mantuvimos en silencio un momento, simplemente mirándonos mutuamente. No quería romper ese silencio con ninguna palabra ni con ningún gesto. Desde la primera vez que había despertado en la oscuridad de una celda que no reconocía, me sentía tranquilo y seguro. Entre amigos. Con mi propia familia. Estábamos heridos y asustados, pero me sentía en paz.

¿Están disfrutando de la calma, Titanes? ―preguntó la voz que reía.

―¿Quién está ahí? ¡Muéstrate! ―rugió Cyborg, preparando su cañón sónico y dirigiéndolo hacia todos lados―. ¡Sal a pelear!

―No lo provoques… ―advirtió Chico Bestia, acercándose a su amigo con un rostro algo preocupado y tensa―. No quiero más zombies en lo que me queda de vida…

―Raven, ¿puedes sacarnos de aquí? ―pregunté. No obtuve respuesta más que ser cubierto por la energía oscura de mi amiga, que nos envolvió a todos en ese frío familiar que ahora me parecía tan acogedor. Sentí cómo nos movíamos a través de paredes y de lugares desconocidos. El alma de Raven era vibrante y compleja y cada vez que nos teleportaba en ella, podía sentir una parte de ella misma en mi propio interior. Esta vez, podía sentir dolor, opresión… miedo. Ella jamás lo admitiría, pero todos podíamos percibirlo y podíamos sentirnos identificados con esas emociones.

De pronto, caí. Sentí los gritos de sorpresa de mis amigos y por instinto, saqué uno de mis ganchos y me balanceé para evitar caerme. Chico Bestia se transformó en un gorrión y revoloteó alrededor de mi oreja; Starfire agarró a Cyborg, que soltó una maldición entre dientes.

―¿Qué pasó? ¿Raven?

―¡Raven!

―Estoy aquí. Algo chocó con mi alma...

Antes de que pudiéramos hacer más preguntas, nuevamente la escuché. Esa risa suave, educada y burlona que resonaba en toda la oscuridad, que no salía de ningún lugar y de todas a la vez. Seguía suspendido en algún lugar, pero rápidamente sentí cómo el alma de Raven nuevamente nos cubría.

No lo creo, pequeña…

Algo nos golpeó. Volvimos a caer y esta vez chocamos contra algo sólido, que, sin embargo, no era suelo. Starfire dijo algo en tamaraniano cuando empezamos a hundirnos en ese «algo» que parecía gelatina. Luchamos para salir. Grité órdenes, pero fue completamente en vano. Traté de utilizar cualquier cosa de mi cinturón, pero apenas podía moverme. Cuando aquella cosa apretó mi cuello, hundiéndome cada vez más, empecé a ahogarme.

«¡No!» No podía rendirme, ¡tenía que salir! ¡Tenía que salvarlos! Más abajo. Más abajo. Esa cosa me apretaba todo el cuerpo, hundía mis costillas y se deslizaba por mi garganta a través de mis entrañas. Ya no escuchaba los gritos de mis amigos. No podía escuchar más que a eso apoderarse de mí, avanzando, retorciéndose, cubriéndolo todo.

¿Acaso tienes miedo, Robin?

«Tengo miedo», reconocí. Pero eso no iba a detenerme. Intentaba liberarme, pero estaba completamente inmovilizado, asqueado, ahogado, presionado. No podía ver, no podía moverme, no podía escuchar, no podía sentir nada más que la asfixia, más que la oscuridad y la nada. La nada que se apoderaba de todo.

¿Cómo vas a salir, Chico Pesadilla? ¿Cómo vas a salvarte esta vez? ¡No está el Murciélago aquí! ¡Tus amigos están perdidos!

Una nueva risa, cascada, huesuda, de cráneos y huesos chocando. Manos aprisionaron mi cuello inmóvil, surgiendo de aquella «cosa» que me tenía prisionero y casi moribundo. Me arañó la piel y comenzó a presionar y a apretar. Hubiera gritado si hubiera podido. Hubiera luchado si hubiera podido. Pero no podía. No podía. De una oscuridad que no conocía, me había enfrentado a los fantasmas retorcidos y muertos de mis padres y ahora volvía a la oscuridad.

«No voy a morir».

Pero…. ¿realmente era una decisión que podía tomar? O… ¿no había alternativa?

Terror non est [Fanfiction] - Capítulo II

Terror non est [Fanfiction de Teen Titans]

Capítulo 2: Crepúsculo


Un segundo después de que mis huesos se quebraran bajo la presión de las paredes, abrí los ojos en un grito silencioso y me levanté con dificultad. No estaba en el pasillo. A mi alrededor, una nueva oscuridad, una penumbra algo más clara, pero aún así envolvente, se cernía nuevamente sobre mí. Por un segundo, creí estar de vuelta en mi celda, sin poder ver ni encontrar una salida, pero algo parecía distinto.

Me toqué los brazos, confuso. Me moví unas cuantas veces. No tenía nada roto. Mis manos estaban secas y no sudorosas como las recordaba. Mi pulso estaba tranquilo y me sentía descansado y lleno de energía. Ahora podía ver un poco más allá de mi propia mano. Me sobresalté cuando logré ver la silueta de mis propios dedos, por primera vez desde que había entrado en el pasillo de luz.

Veía mis pies y podía ver el terreno donde pisaba, pese a que aún así la luz era muy poca. Chequé mi cinturón y todo seguía exactamente igual. Pero algo había cambiado. Esa no era mi celda. Sacudí la cabeza y traté de concentrarme. De acuerdo, no estaba en la primera habitación y no estaba en el pasillo. ¿Eso había ocurrido realmente? No había tiempo para comprobarlo. Era evidente que estaban jugando con mi mente, aunque el pensamiento de que lo mismo le estuviera pasando a los demás, me aterraba mucho más.

―¿Dónde estoy? ―susurré para mí mismo y el sonido familiar de mi propia voz nuevamente se me hizo reconfortante. Cualquiera fuera el villano que nos había encerrado, pagaría por lo que estaba haciendo. Con la «furia justiciera» ―como le diría Star― invadiendo mi cuerpo, me sentí más como yo mismo y decidí rápidamente reanudar mis investigaciones.

El suelo era distinto. No era de piedra, sino de mármol, resbaladizo y elegante. Al tocarlo con mis guantes, pude notar que estaba en perfecto estado y más pulcro de lo que podía esperarse de un lugar como ese. Aunque tampoco sabía dónde estaba.

Me volteé con brusquedad. Un gruñido me recibió por lo bajo, acercándose y golpeando el sonido de gruesas patas contra el suelo. Saqué mi vara boo y con un grito enérgico, repelí a la criatura que me había atacado de improviso. ¿Qué era? ¿Dónde estaba? Gruñía, gruñía y gruñía, cambiando de posición, acercándose y alejándose, en silencio y con más gruñidos. Podía oír sus garras chocando contra el mármol, rodéandome, cazándome.

―¿Qué eres? ―pregunté, sin darle la oportunidad de cogerme con facilidad. Me moví, algo más confiado al poder ver mejor, pero sabiendo que estaba en una completa desventaja. Si aquella hubiera sido una pelea normal, hubiera podido luchar a ciegas, pero… Nada en ese momento era normal en lo absoluto. ―¡Responde! ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué me encerraste?

―Hmmm… ―El sonido tan humano me sorprendió y me puso en guardia. ¿No se trataba de un monstruo? ¿Tenía forma humana? ―¿Eres real?

―¿Chico Bestia?

―¿Robin? ¿Real o falso?

―¿Qué? ¿Chico Bestia? ¿Estás ahí…? ¿Dónde estás? ―Busqué con la mirada desesperadamente, pero no lograba ver dónde estaba―. ¡Soy yo, Robin! ¡Sal!

―¿REAL O FALSO?

―¿De qué estás…?

No pude reaccionar. Quizás una parte de mí realmente quería creer que se trataba de mi amigo y no quiso repelerlo. Quizás simplemente el solo pensamiento de que él, Chico Bestia, estaba allí, conmigo, vivo y hablándome, desarmó toda mi defensiva. El lobo oscuro se abalanzó sobre mí, mostrando sus dientes y salpicando saliva sobre mi cara. Tenía los dientes manchados de una sustancia negra y sus ojos brillaban con una cólera y un terror primitivos que también me infundieron miedo.

El olor de sus fauces me abrumó unos instantes. Sangre. Sangre. ¡Eso era lo que olía! A sangre espesa, densa e intoxicante y, por un instante, me debatí bajo el cuerpo de la bestia, tratando de zafarme y de atacarla. Un segundo después, el lobo me lamía la cara con un aullido de gratitud y la forma inconfundible de Chico Bestia se apareció a mi lado.

―¡Viejo! ¡Eres tú! ¡De verdad eres tú!

―Lo sé… ¿Estás bien?

Era la pregunta equivocada. Ahora que podía verlo un poco mejor, aun con la falta de luz, podía notar que Chico Bestia estaba todo, menos bien. El normal color verde de su piel estaba pálido y desmejorado, como si hubiera estado enfermo y tenía los ojos inyectados de sangre. Sucio y con el uniforme rasgado, parecía haberse peleado con… una bestia.

―Mucho mejor ahora. ―Sonrió y se abalanzó sobre mí, abrazándome en la forma de un pulpo. Hubiera reído si no fuera por la situación―. ¡Creía que todos habían desaparecido! ¡Creía que estaba solo, atrapado en este agujero asqueroso…!

―Yo también. ―Apoyé una mano en su hombro. Se veía derrotado y angustiado y eso me daba escalofríos. Quería decirle que me sentía igual, que no sabía dónde estábamos ni qué íbamos a hacer y, en especial, cuánto me alegraba… no estar solo. Pero no podia. Era mi deber guiarlo, ser su líder. ―Pero vamos a salir de esta. Quien quiera que esté detrás de todo esto, lo pagará. No puede contra nosotros. ―Sonreí y casi me creía mis propias palabras.

―¿Cómo? ―Su voz temblaba.

―Ya lo solucionaremos ―aseguré con firmeza―. Primero, ¿qué te pasó? ¿Hay alguien más aquí?

―No lo sé, viejo… A cada segundo creo ver una sombra y retrocedo, pero siento que me persigue. Que hay algo que me está vigilando… Esto ―se señaló a sí mismo y se llevó una mano a la nuca, mientras sonreía con cierto nerviosismo―, me lo hice tratando de perseguir a esa cosa… si es que estaba ahí. Ya sabes, me golpeaba con todo. Ahora que lo pienso es bastante estúpido…

¿Tú crees, pequeño chico verde?

Ya sabía que era inútil gritar y tratar de buscar esa voz que se reía, pero la impresión de Chico Bestia fue la de transformarse en un gorila, soltar un rugido animal y tratar de golpear las paredes en busca del culpable. No podía reprocharle. Lo calmé como pude, luchando contra mi propio miedo y rabia, insistiéndole en que lo que teníamos que hacer era encontrar a los otros.

―Encontré… ―tragué saliva― un trozo del cabello de Starfire… No sé si alguien lo puso allí, pero tenemos que encontrarla. Tenemos que encontrar a los demás.

―¿Y cómo salimos? ―preguntó él con la mandíbula tensa y los ojos desencajados―. ¿Cómo salimos de aquí, Robin? He estado horas… ¡quizás días intentándolo! ¡No hay ninguna salida! ―Se tomó la cabeza con las manos y se tomó unos segundos para calmarse―. Odio esto, Rob. No sé qué me pasa. No puedo pensar. ¿También te pasó? ―Asentí con la cabeza―. Oh, viejo, ¿cómo estará Raven?

―Lo sabremos cuando la encontremos ―insistí. Tenía que mantenerlo concentrado en lo importante y no dejar que se perdiera en sus propias emociones―. Tenemos que averiguar lo que podamos para lograr salir. Tiene que haber un modo… Si pudiera ver un poco más.

―¡A sus órdenes, señor, sí, señor! ―Chico Bestia se transformó en un gato verde a mi lado que se subió a mi cabeza y comenzó a mirar alrededor. Lo empujé lejos cuando volvió a su forma humana―. ¡Seré tus ojos! ¡Tu nariz! ¡Todo! Puedo ver, oler, oír… Aunque no sé de qué puede servirnos.

Le indiqué que hiciera una revisión del perímetro y me informara de cuánto medía. Me sentí bien trabajando en equipo, como si esa fuera otra misión doble y pronto fuéramos a recibir más noticias de nuestros amigos. Esa nueva «celda» era algo más grande que la mía, aunque su suelo también era de piedra. Era más irregular, con bordes filosos y cortantes; ahora sabía por qué Chico Bestia lucía tan lastimado. Al igual que en mi celda, parecía no haber ninguna entrada o salida o siquiera algún tipo de ranura que indicara que no era un cuadrado hermético.

―¿Lo ves? ―dijo Chico Bestia en un tono quejumbroso―. ¡No hay salida!

―Tiene que haberla. Si no, no nos habrían puesto aquí.

―¡Claro que podrían! ¡Teleportación! ¡Intangibilidad! ¡Hay muchas opciones! ¡Nunca saldremos!

«Nunca saldremos».

No.

Claro que saldríamos.

Teníamos que hacerlo. Había podido hacerlo yo ¿no? Había salido de mi celda y había encontrado a Chico Bestia. No quería pensar que eso realmente no había sido gracias a mí. Simplemente había despertado allí, luego de haber intentado atravesar un pasillo que ahora ni siquiera sabía si había sido real. Alguien había cambiado mi lugar a propósito. No quería saber para qué. Esas posibilidades las dejaría para más tarde.

―¡Hey! ¡Viejo! ¡Mira! ¡Mira! ¡Es Raven!

El corazón me dio un vuelco cuando vi lo que Chico Bestia estaba señalando con una sonrisa casi dolorosa en su rostro. Un enorme cuervo de energía oscura se apoderó de la habitación e, increíblemente, pareció iluminar a la propia oscuridad. Soltó un graznido que me hizo estremecer y que borró la sonrisa de mi compañero. Era un grito de dolor.

El cuervo se quedó suspendido en el aire, mirándonos sin moverse. Tampoco nos movimos nosotros, petrificados con lo que veíamos. Era casi como un acuerdo o un hechizo el que nos mantenía allí, inmóviles, devolviéndole la mirada al gran pájaro negro. Mis latidos se aceleraron y por un segundo, temí que fuera a desaparecer. Los labios se me secaron y extendí instintivamente un brazo para decirle que no se fuera.

No sé si fue eso u otra cosa, pero de pronto el cuervo estiró sus alas y la figura encapuchada de Raven cayó de rodillas contra el suelo. Solo bastó un segundo y un quedo quejido de dolor para que tanto Chico Bestia como yo corriéramos a su encuentro.

―¡Raven! ¡Raven! ¿Eres tú?

―¿Estás bien?

―¡Oh, viejo, me alegro tanto de verte! ¡Creía que no íbamos a poder salir, pero ahora que estás aquí…!

―Raven, mírame. ¿Estás bien?

No respondió. Su mano estaba manchada de sangre y se sujetaba el costado con una mueca inconfundible de dolor. Chico Bestia soltó un grito, yo palidecí, tratando de buscar soluciones frenéticamente. Nunca había visto a Raven sangrar. Nunca. Y era demasiada sangre… Por un segundo, me pregunté si no sería suya la sangre que había visto en el mechón de pelo de Starfire, pero no era tiempo de ocuparme de eso.

―No es nada. ―La voz de la hechicera era estrangulada, pero extrañamente serena, solo como ella podía hacerlo―. Estoy bien. Pero ustedes… están asustados…

―¡Claro que lo estamos! ―chilló el cambiante―. ¡Estas sangrando! ¡Tenemos que hacer algo! ¡Llamar a una ambulancia!

Tomé mi capa y busqué algo con el que cortarla para hacerle un torniquete. No obstante, ella me sujetó del brazo y con una pizca de poder, rasgó su propia capa en algunos jirones y cerró los ojos. Le pedí ayuda a Chico Bestia para poder sujetarla. Me preocupaba la actitud tan entregada de mi amiga; la Raven de toda la vida jamás habría permitido que la viéramos de esa forma ni mucho menos que la ayudáramos. La pregunta de por qué no se curaba con sus poderes me angustiaba. No estaba seguro de querer conocer la respuesta.

―Hay mucha sangre ―dijo Chico Bestia.

―Lo sé. Trata de…

Era una herida cortante. Muy profunda. Era irregular, como el de unas garras. Había seccionado piel, músculo y tejidos y sangraba bastante. Recordaba a la perfección las técnicas de primeros auxilios y de medicina de combate que había aprendido ―a la fuerza― en Gotham, pero saltaba a la vista que Raven necesitaba atención especializada. O sus propios poderes, que parecían estar fuera de la conversación.

Me fijé que aquel corte no era la única herida que tenía. Una serie de hematomas cubrían su abdomen y algo que parecía una quemadura se expandía por su hombro hasta su antebrazo derecho. Podía oír su respiración entrecortada y superficial y me angustiaba su sonido antinatural, como si sus pulmones ardieran.

―Eso retendrá la hemorragia por un momento ―dije y mis propias palabras sonaron vacías. Chico Bestia estaba mudo; parecía un autómata, incapaz de apartar los ojos de las heridas de la hechicera, que seguía con sus propios ojos cerrados. ―Raven, tienes que decirnos quién hizo esto.

―¡¡Lo derrotaremos!! ¡Ya verás cómo…!

―Ya vienen…

―¿Qué? ¿Quiénes vienen…?

Raven desapareció en un segundo en un haz de magia oscura, dejándonos con las palabras en la boca y un muy mal presentimiento. Ya nada parecía tener sentido en ese lugar y comenzaba a dudar de que realmente todo esto estuviera pasando o de que realmente mis compañeros estuvieran ahí. ¿Y si no era más que un truco retorcido para engañarme, para jugar con mi mente? Se me ocurría una lista de villanos que podrían crear todo ese escenario, aunque ninguno antes había hecho algo tan oscuro.

Eso parecía más bien el estilo de Gotham… No quise considerar esa posibilidad. Le ordené a Chico Bestia que estuviera alerta y él asintió con la cabeza. Sabía que estaba asustado y preocupado: el olor a la sangre de Raven parecía impregnado en mi nariz y estaba seguro de que los sentidos aumentados del cambiante no lo estarían pasando mejor. «Concéntrate». Solo podía oír el silencio. El silencio y el ritmo constante de mis propios latidos, al que ya me había comenzado a acostumbrar.

Tragué saliva y me di cuenta de que estaba sediento. No sabía cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había comido o bebido, pero de pronto mi cuerpo pareció sentirse débil y fatigado. Luché contra esa sensación, seguro de que no era más que otro truco. Le grité a Chico Bestia que tuviera cuidado y que no se rindiera ante ninguna sensación.

―¡Estoy contigo, viejo! ¡Que vengan los zombies!

«Tenía que abrir la boca…» Fue lo único que pensé.

Terror non Est [Fanfiction] - Capítulo I

Terror non est [Fanfiction de Teen Titans]

Capítulo 1: Ausencia de Luz
 
«El miedo llamó a la puerta,
la confianza abrió y fuera no había nadie»


***

Curioso, ¿no es así? Cómo las cosas simplemente se dan, cómo a veces simplemente los acontecimientos calzan unos con otros en una maquinaria perfecta, en una naranja mecánica inexplicable, cómo solo no podemos prepararnos para muchas cosas que ocurren. Cuando vuelvo la vista al pasado, siempre recuerdo lo mismo: la carta, la broma, los dulces, la risa y luego la oscuridad. Intento olvidar el resto, pero es francamente imposible.

¿Acaso podría alguien hacerlo? A veces pienso que solo fue ese día, ese mes y ese año, pero cuando noto el pulso de Starfire temblar a mi lado, el rostro más pálido de Raven, el mutismo antinatural de Chico Bestia y la obsesión sorda de Cyborg, no puedo dejar de pensar que se repetirá y que esta vez será mucho peor.

***


Desperté confundido. Adormilado. Algo adolorido. Desorientado. No era una sensación placentera, ya que por varios y largos segundos ni siquiera fui consciente de mí mismo. Creí estar soñando y, por un instante, me sentí tranquilo y descansado, aunque solo duró un momento. Luego recordé lo que había pasado y lancé un grito.

No podía ver absolutamente nada y solo podía oír mi respiración errática y acelerada rompiendo el silencio. Traté de moverme, pero la desorientación que me embargaba me impedía saber qué movimiento hacer. Por un momento, creí estar inmóvil, pero no era cierto: simplemente mi mente no lograba asimilar un entorno.
Di un paso. Y luego otro. Siempre tuve un equilibrio excepcional gracias a mi vida como acróbata y el entrenamiento junto a Batman, pero allí, en ese preciso instante, choqué las rodillas contra en el suelo en un intento de racionalizar la situación. Jadeaba mucho y, aunque una parte de mí trataba de tomar control de la situación, simplemente no podía.

―¿Hola? ―El sonido de mi propia voz fue casi acogedor y sentí vergüenza por el miedo que borboteaba en mi estómago. Lentamente, las preguntas correctas comenzaban a asomarse en mis pensamientos: ¿Dónde estaban mis amigos? ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado exactamente? ¿Por qué no podía ver nada?

Grité los nombres de mis compañeros de equipo. Por supuesto, no obtuve respuesta. Ya con más decisión, avancé algunos pasos, en un intento algo desesperado por conocer más sobre mi alrededor. Trataba de controlar mis emociones, pero el miedo insistía en acompañarme con cada paso que daba. En dos minutos conseguí algo de información.

Primero, que no había sufrido ningún daño físico; es más, mi uniforme estaba intacto e incluso parecía oler a nuevo.

Segundo, que el suelo era de piedra pulida, liso, sin irregularidades y de unos tres metros de longitud por dos metros de ancho.

Tercero, que estaba completamente solo.

O eso creía.

***

No lograba tener una noción del tiempo. No sabía si habían transcurrido quince minutos, tres horas o días enteros. No sentía que fuera demasiado tiempo, pero no estaba seguro de cuánto había permanecido inconsciente antes de enfrentarme a la oscuridad. No había podido descubrir mucho más desde entonces.

No estaba ciego. Aunque la oscuridad fuera absoluta, era una oscuridad conocida, provocada por la ausencia de luz. En ocasiones, creía ver un destello en los rincones, pero desaparecía tan rápidamente que nunca podía asegurar que no fuera solo mi imaginación. Me pasaba ¿segundos? ¿minutos? ¿horas? Tratando de recordar qué había pasado, tratando de sonsacar información de los pocos fragmentos que conservaba en mi memoria.

Fue previa a la Noche de Halloween. Chico Bestia había insistido en que salieran a las calles a pedir dulces disfrazados y yo me había negado durante todo el mes. Recordaba que Raven había intentado aterrorizar a Chico Bestia para que se olvidara de esa idea, pero solo había logrado animarlo mucho más e insistió en que la hechicera hiciera eso cuando tocaran los timbres de las casas. ¡Incluso había propuesto cobrar!

“Noche de Brujas con Raven. ¡Te morirás de miedo!” Así había sido el original eslogan que había creado antes de que ella amenazara con hacerlo real con él. Sonreí, a mi pesar. Starfire había sido la segunda más entusiasta, insistiendo en que decoráramos la Torre y que compráramos ridículas cantidades de dulces de todas las formas y colores. Estaba seguro de que el Alcalde no estaría demasiado contento cuando le llegara la cuenta, pero por verla sonreír…

Viejo, primero aprendiste francés… ¿Qué harás luego para tenerla contenta? ―Había dicho Cyborg.

¿Recreándote en tus recuerdos, pajarito?

Reaccioné rápido. Me levanté, tratando de conservar el equilibrio en la oscuridad y me coloqué en una postura defensiva.

―¿¡Quién está ahí?! ―grité y mi voz se escuchó con un eco que no correspondía al lugar tan pequeño en que estaba. No escuché nada más que una risa suave, educada y burlona. Un escalofrío me recorrió la nuca y no pude evitar que el rostro de un payaso maníaco se dibujara en mi mente. Pero no era el Joker. Podría reconocer su voz en cualquier lugar y ese tono no le pertenecía, pero el hecho de que me lo recordara me dio mala espina.

Esta vez, decidí ponerme manos a la obra. Recorrí todo el lugar, golpeando las paredes y buscando irregularidades. Aquello tenía que tener una salida. ¿Cómo había entrado? ¿Cómo me habían dejado allí? Tenía que tener una abertura, una entrada… algo. Tenía que tener una explicación y aunque uno de mis sentidos se hallaba vedado, tenía que utilizar el resto. No había sido entrenado por el mejor para permanecer de brazos cruzados en situaciones como esa ni había arriesgado mi vida tantas veces como titán para dejarme vencer en un momento como ese.

Revisé mi cinturón por segunda vez, haciendo una lista mental de todo lo que tenía. Evidentemente, el comunicador no estaba en su sitio, aunque el resto de mis armas seguía allí como si nadie las hubiera tocado, aunque no era así. Veinte minutos después, descubrí algo: era un mechón de cabello. No podía verlo, pero al acercarlo a mi rostro, distinguí lo inconfundible: un aroma a frutilla y jardín de Tamaran. Era un mechón de cabello de Starfire.

Y estaba manchado de sangre.

***

Fue difícil mantener el control. Quería gritar y golpear las murallas con mis puños hasta romperlas y enfrentarme al cobarde que nos había metido allí. Estrellé mis puños contra la roca y me sentí furioso, aterrorizado y avergonzado. Me apoyé en la pared y traté de evitar que escenarios de muerte y dolor se apoderaran de mi mente. Starfire estaba bien. Estaba bien.

Mis manos estaban sudorosas y temblaban. Cerré los ojos, aunque era inútil: la oscuridad era la misma. El escenario influía en mis emociones, lo sabía, pero no encontraba modo de controlarlo. Tenía que actuar, era el único modo de salir de ese infierno. Pero ¿cómo? ¿Cómo hacerlo? Jadeaba. Jadeaba. El olor a sangre ―su sangre― impregnaba mis sentidos. El corazón aceleraba y retrocedía, bombeando recuerdos y gritos a mi memoria.

¡No, no, no! ¡Por favor, alguien me ayude! ¡Ayuda! ¡Por favor!

«Esto no está bien», pensé desesperado. Este no era yo. Starfire era una guerrera, podía defenderse y cuidarse. Era el líder de los Titanes, tenía que sacarnos de allí. No podía simplemente decaer y rendirme. Sentía las náuseas en el fondo de mi garganta y tarde me di cuenta de que estaba arrodillado contra el suelo, temblando como una hoja. Había algo en ese lugar. Algo que me estaba influenciando y que me impedía pensar con claridad.

Me tomó algunos minutos volver a recuperar la compostura e idear un plan de acción. ¿Qué tenía a mi disposición? Tenía mis armas, tenía mis habilidades y tenía algo de información. Empezaría de nuevo en busca de más pistas, estaba seguro de que encontraría alguna. Pensé en dónde estarían mis amigos y, aunque un escalofrío me recorrió la espalda, apreté los puños y me puse en movimiento de inmediato.
«Cuentan conmigo, no voy a decepcionarlos».

Inmediatamente después de eso, algo sucedió. Me sobresalté al distinguir como un haz de luz se entrometía en medio de la oscuridad cuando una puerta se abrió en la penumbra. Ni siquiera me pregunté de dónde había salido o cómo no la había notado antes: simplemente corrí hacia ella antes de que desapareciera.

Sabía que si no llegaba a tiempo, se cerraría y permanecería allí por siempre. Corrí. Corrí. Los pasos resonaron contra la piedra y mi propia respiración se escuchaba errática y desesperada. Era un espacio reducido, pero parecía interminable mientras avanzaba. La luz casi era dolorosa y me di cuenta que me había acostumbrado a la oscuridad absoluta.

Corrí, corrí y corrí por lo que me parecieron kilómetros. Sentí que algo me perseguía y que no avanzaba, que caminaba sobre arenas movedizas. El recuerdo de las escaleras trucadas de Demente Mod me vino a la mente, pero rápidamente la sorpresa de hallarme junto a la puerta hizo desaparecer todo lo demás.

―¿Quién está ahí? ―pregunté con fuerza y coloqué mi mano sobre el cinturón, en caso de un ataque. Eso gritaba ‘trampa’ sin lugar a dudas, pero cualquier cosa sería preferible a volver a la oscuridad. Ahora apenas podía recordar la opresión, la desesperación, la soledad y el miedo… La luz me había devuelto a lo que era y me sentía seguro y decidido. Pero debía ser precavido. Avancé a través de la luz con serenidad, pero observando cada movimiento. Era un pasillo estrecho y tragué saliva al notar que parecía estrecharse con cada paso que daba.

¿Quedaría atrapado? Sacudí la cabeza y me obligué a avanzar sin pensar en ello. No podía volver. No iba a volver. Solo podía avanzar, aunque no sabía si eso era mejor. Mis amigos podían estar en peligro, necesitaba llegar a ellos y ayudarles. ¡Era su líder! ¡Debía avanzar! Paso a paso. Paso a paso. Comencé a correr, desesperado. Corría y corría nuevamente, sintiendo el vaivén de mi pecho y el esfuerzo de mis piernas.

Pero el pasillo no terminaba. No terminaba y se hacía cada vez más estrecho hasta que finalmente quedé inmóvil entre dos paredes que me aprisionaban y me cortaban el aire. Intenté moverme, pero podía sentir mis huesos rozándose entre sí, tratando de romperse para liberarse. Grité de dolor e hice lo único que podía: grité los nombres de mis amigos y me quedé absolutamente quieto, prisionero en un pasillo iluminado.

Letras para dos

viernes, 26 de octubre de 2012



«Ay, mi bien, qué no daría yo por ti,
Por tenerte un segundo, alejados del mundo
Y cerquita de mí» - Shakira

***

Cerré los ojos un momento y recordé otra frase que realmente se aplicaba a esa situación, pero no dejé que realmente llegara a mi conciencia. Solo sabía que estaba allí, en mi mente, circulando como una brisa suave en medio del verano. Parece como si solo hubiese sido ayer que me dijiste que me amabas. Solo ayer cuando comprendí que también lo hacía. Y realmente fue hace tan poco que te marchaste, sin realmente irte… 

Nunca vas a desaparecer, es algo que parece grabado en lo más profundo de mí. Los días avanzan y avanzan y aunque son tan escasos en comparación con el despliegue de semanas, meses y años que hay frente a mis ojos, cerca del horizonte, son pequeños pasos en un camino que recorro con una sonrisa adolorida. 

No sé dónde estarás, lo que harás, lo que pensarás o lo que estés sintiendo. Quizás estés tan solo a mi espalda, aguardando por aparecer. Quizás nunca leas estas letras o las siguientes o las que le siguen a ellas, pero los fantasmas están hechos para ser eternos y para convertirse en compañeros silenciosos y cercanos en la soledad. No mentiré. Ha pasado muy poco y te extraño como nunca, pero la noche sigue siendo acogedora y misteriosa con tu presencia que solo se siente.

Te siento tan cerca con cada letra que aparece en la pantalla y tan lejos cuando realmente recuerdo lo que nos espera. Es extraño, ¿no? La tristeza se asoma, tomada de la mano del dolor, pero es realmente la esperanza quien entra primero. Te siento cerca cada vez que escribo, como si estuvieras, con tu rostro apoyado en mi hombro, con una sonrisa burlona, cínica y adorada mientras lees. No imagino tus ojos, pero sí tu mirada. 

Te contaría de mí, de lo que ha pasado, de las responsabilidades que me han impedido publicar, de los plazos que me han hecho correr para alcanzar a terminar aquellos fanfictions que tan mal decías que me quedaban, de los reconocimientos universitarios, de las historietas nuevas, de las canciones que ahora se han convertido en tu huella, pero… no quiero hacerlo realmente. No hoy, ni ahora. Solo quiero una noche solitaria a tu lado. Una noche con tu fantasma, en donde simplemente sienta el estremecer de tu sonrisa y alcance a acariciar tu mejilla que no está aquí.

Quizás todavía no estoy lista para escribirte como un fantasma reincidente. Pero ya lo estaré, porque escribir es lo que más me une a ti, porque siento que en las letras hay un trozo de tu alma, de tu miedo, de tu valor, de tu sinceridad, de tus mentiras, de tu amor, de tu odio, de tu lucha, de tu corazón fatigado, tu fuego encenizado, tu intensidad, tu contradicción, tu obsesión, tu psicopatía, tu cercanía, tu lejanía… tú.

Y por eso hoy amo escribir más que nunca, aunque también se tiña de una tristeza, una esperanza y una congoja que solo conocerán la luz a través de pequeñas gotas de tinta. Quizás no sea necesario decirlo, pero… Te amo, ¿lo sabes? Sé que lo sabes. Solo no lo olvides.
Santa Template by María Martínez © 2014