En tu honor

viernes, 22 de junio de 2012

Debí escribir esto el momento en que recibí tu “querido” mensaje, ¿no es así? Pero no podía simplemente. «¿De qué serviría?», pensaba. Después de todo, tú no estás leyendo, si es que me dijiste la verdad. Aunque no sería la primera vez que me has mentido: tu mensaje rompió una promesa ¿recuerdas? Rompió la promesa que me habías hecho solo pocos días antes y que mantenía mi corazón tranquilo y aliviado.

Debiste decirme la verdad ¿no crees? Así todo habría sido más fácil y quizás habría sido distinto. Pero eso ya no es importante y tampoco es la razón por la que estoy escribiendo esto; creo que te mereces unas últimas ―¿de verdad serán las últimas?― de mi parte, así como tú me dedicaste unas.

Puedo olvidarte con facilidad ¿sabes? Sí, sé que leer eso daña el ego de cualquiera y que te dan menos ganas de volver ―si es que alguna vez lo has deseado―, pero no voy a ocultar la verdad. Mi mente no olvida a nadie, pero mi corazón es una veleta y pasa la página muy rápidamente. No sería distinto contigo, si no fuera porque no quiero hacerlo. Y no lo haré. Es bastante simple, como dices tú. También tengo mis caprichos, también tomo mis decisiones.

No voy a olvidarte y eso lo decidí desde que terminé de leer tu carta y ya las lágrimas habían caído de mis ojos. Pero el problema es que no es fácil tratar con un recuerdo espinoso y sé que no podrás transformarte en un fantasma burlón y acogedor hasta que haya terminado de escribir esto. Mientras, eres una sombra pesada y dolorosa, que recuerda días mejores y que no sonríe.

Es irónico, ¿lo sabías? Es muy irónica. Dijiste que no tenías a nadie que te leyera y eso no deja de ser cierto parcialmente para mí. Te habías convertido en uno de mis «lectores ideales» y confiaba en ti para el futuro. Pensaba en cómo reaccionarías ante una frase o en cómo te burlarías con una descripción. La vida es injusta ¿no lo crees?

Tienes razón: mis sueños son más tibios que los tuyos; tengo prioridades que, aunque muchas veces no las quieras, están ahí, recordándome que existe un mundo real al que tengo que prestarle atención. Un futuro al que tengo que ser leal, aunque parte de mí reniegue de él. Pero te equivocas en una cosa: dudo mucho que tu nivel de evasión sea como el mío. Quizás sean iguales, pero dudo mucho que sea menor. Lo que pasa es que mis castillos en el aire permanecen ahí: en el aire. A diferencia de ti, no quiero bajarlos a la tierra para mostrárselos al mundo, porque no considero que estén lo suficientemente bien construidos como para que alguien les preste atención.

Ahora entiendo por qué no quería volver a leer tu mensaje. Duele bastante y me llena de tristeza. Nunca quise hacerte daño ¿sabes? Eras importante para mí y era tu deber de psicópata entender que nunca he demostrado lo suficiente lo que son las personas para mí. Era tu trabajo entenderme ¿no? ¿Por qué no entendiste eso? O quizás sí lo hiciste, pero no fue suficiente. Lamento mucho eso… No sé si saliste perdiendo más tú que yo. Espero que sea yo, porque no quiero que sufras más por esto.

No te recrimino tu decisión, aunque no puedo decir que esté feliz con ella. No lo estoy y jamás podré estarlo. En el fondo de mi corazón, todavía espero que tu orgullo no sea tan grande y cuando menos lo espere, haya un mensaje tuyo ahí esperando en mi bandeja de entrada. Pero dices ser sincero ―aunque lo dudo― ¿no? Te conoces más de lo que yo te conozco. No quiero creerte, pero los días pasan y tu decisión permanece firme. Debe ser verdad entonces ¿no? Realmente te fuiste.

Y no… la gente siempre asume que tengo dones especiales. «Seguro que ya lo sabías» No tienes idea de cuántas personas me han dicho eso. No, mierda. No lo sabía. Y si lo hacía, era en lo más profundo de mi mente, donde nunca voy. Y eso fue tu culpa. ¡Fuiste tú el que me convenció de que todo estaba bien! Sospeché cuando cambiaste tu Nick, pero me consolaste con palabras falsas. Maldito. ¿Qué costaba decirme la verdad? ¿Qué costaba decirme «quizás me vaya por un tiempo»? Incluso eso me habría dejado mejor.

Pero no, el galán tenía que dejar una misteriosa despedida, cientos de preguntas, sueños rotos y esfumarse sin más.

¿Sabes qué otra cosa es irónica? Que te creo. Que creo cada palabra que me dijiste. Y quizás volviste a mentirme, tal vez para no joderme mucho o por lástima. Pero te creo y no puedo evitarlo. Siempre fuiste sincero. Siempre amaste ser sincero. Pero manchaste ese ideal, amigo. Y eso todavía no puedo perdonártelo.

Más vale que publiques esa jodida novela, viejo, o me graduaré antes e iré a buscarte solo para pegarte una bofetada, que bien merecida la tienes. A ver qué pasa primero ¿eh? Aunque, como ya dije, sigo teniendo la esperanza de que ese orgullo se derrita, aunque sea solo una vez para decir “hola”.

Ahora te odio por hacerme llorar otra vez. Cada vez que leo tu mensaje haces eso. En el fondo, te deseo lo peor por hacer esto… pero, por otro lado, es contrario a mí hacerlo. No puedo odiarte, porque tampoco te lo mereces. Y bueno, sé que no estás leyendo, pero ¿qué importa? Después de todo, yo no escribo para ti.

Pero seguiré jugando y por eso escribí esto. Porque escribir me recuerda a ti, porque ahora odio a Stephen King y espero que los poemas del mundo ardan en una hoguera. Pero seguiré luego de terminar esto, sellaré mis lágrimas y volveré a ser lo que era: tu fiel competidora. Quisiste jugar, pues entonces juguemos.

Te deseo voluntad como lo pediste. Sé que lograrás tus objetivos de un modo u otro y eso me da alegrías, porque sé que llegará el día en que recibiré tu mensaje burlón de: «Gané» y aunque, en el fondo, me joderá que lo hayas hecho, la alegría superará con creces ese fracaso.

Y si te preguntas por lo que sentía por ti… pues «ya lo sabes» ¿no? Sabes que no es lo mismo, pero también sabes que podría haber sido distinto. Impaciente vagabundo. Pero sí te diré algo: eres una de las dos personas con las que prefiero sufrir antes que olvidar. Ojalá no me olvides muy prontito. Enamórate, sí, pero no me olvides. Espero eso sí puedas cumplirlo ¿eh?

Seguiré insultando tu memoria de payaso y gruñendo con tus burlas mentales. Y escribiré, que de eso se trata todo esto. Ya comenzaste la carrera y voy atrasada. Pero quizás la tortuga supere a la liebre otra vez ¿no? O que la tortuga prefiera ver ganar a la liebre con tal de que vuelva. No lo sé todavía; tendrás que averiguarlo.

Y si decides volver… sabes dónde encontrarme. Soy la misma en todas partes.


Hasta siempre, viejo errante.

Y que gane el mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa Template by María Martínez © 2014