¿Te gusta el dolor? [+16] - Quinto Capítulo

miércoles, 15 de febrero de 2012

V


Julie conoció a Ángel en la secundaria, donde eran compañeros de curso. Meramente compañeros, no amigos ni cercanos, solamente conocidos que se topaban por la infortunada casualidad de compartir un mismo salón de clases en determinadas horas. Ninguno de los dos pensaba en el otro más que ocasionalmente para alguna situación muy puntual, como un trabajo, una palabra, una calificación. Esos pensamientos no solían durar más de unos segundos.

No obstante, eso cambió cuando salieron del colegio. Cada uno optó por carreras distintas: ella estudió Licenciatura en Ciencias Sociales y él se decantó por Arquitectura, pese a que actualmente era lo Julie denominaba “vago sin remedio” —“Vago de mierda” también calzaba en la descripción—, ya que no había conseguido trabajo y no parecía apresurado en encontrarlo.

Los caminos de ambos chicos parecían estar destinados a no encontrarse jamás, sino fuera por las eternamente malditas Jornadas Recreativas Interuniversitarias. Las JRI eran bastante conocidas en la ciudad y básicamente consistían en diversas actividades que se realizaban en el campus principal de la Universidad a la que Ángel asistía. Charlas, concursos, competencias deportivas y un sinnúmero de actividades variadas etiquetadas como “experiencia universitaria”.

Allí se reencontraron, mientras él guiaba a unos chicos de los cursos menores a una especie de panel abierto sobre las bondades de estudiar Arquitectura, con una cara que demostraba que estudiar dicha carrera era el peor tormento que el infierno había creado. Ella se había acercado, un poco desorientada al no ver a sus compañeros de carrera y le había pedido indicaciones sin reconocerlo. Él lanzó una broma y el hielo se rompió finalmente. Ella, agradecida de ver una cara conocida, le siguió el juego, consiguiendo lo que varios años de educación secundaria no pudieron: verse mutuamente como alguien a quien valía la pena dedicar tiempo.

—¿Arquitectura? —preguntó, viéndole la chaqueta que traía puesta—. Creía que eras más como Ingeniero.

—Resulta que soy mejor armando cosas de cartón que pensando en un nuevo uso para el paraguas —respondió él, rodando los ojos.

Habían pasado el resto de las JRI juntos, topándose en diversas cosas, entablando nuevas amistades, presentándose conocidos y creando algo que sus yo’s adolescentes jamás hubieran pensado. Julie había demostrado ser bastante más receptiva que antes, cuando —a ojos de Ángel— no era más que una cría malcriada, y parecía mucho más madura y accesible. Él, por otro lado, había crecido y echado algo de cuerpo, además de poseer mucho más seguridad en sí mismo, que se expresaba en todos sus gestos y palabras.

Habían cambiado.

En la fiesta de clausura volvieron a encontrarse y las cosas dieron otro giro. La música apestaba realmente, en opinión de los dos y tenían que hablarse a gritos, entre las risas estridentes de todos, para poder decirse “hola”. Él, diestro y siempre rápido cuando le interesaba, pasó rápidamente de las palabras, concentrándose más bien en su cuerpo. No era un buen bailarín, pero con la cantidad de alcohol que habían tomado, ninguno se dio cuenta de eso.

A la mitad de la noche, ella lo arrastró hacia un pieza contigua, tirándolo encima de un cama. El sexo no fue realmente inesperado, considerando la situación y no habría pasado más allá del rollo de una noche, sino fuera porque él sí consiguió recordar algo más que sus uñas en su espalda y el crujido de la cama bajo su peso. Habían ya acabado y él comenzó a reírse, mientras besaba suavemente su cuello, viendo las marcas que había dejado en su piel.

Ella le acompañó en las risas, todavía borracha y con los ojos cerrados. Ángel había comenzado a levantarse para irse, ya que no le apetecía escuchar o decir nada de lo que las típicas parejas se dicen en la cama. Apenas la conocía, además. Se habían calentado y ya. Pero para dramas de chicas, no estaba. Quizás podría conseguirse otro rollo además.

En realidad, él era como todos. El sexo era casual y dudaba siquiera recordara su nombre al otro día. ¿Qué importaba después de todo? No era como si fueran a casarse ni nada. Sus pensamientos de esa noche eran completamente estúpidos, pensaba en tonterías y se reía de ellas sin ningún tipo de vergüenza. Creía incluso recordar haberle dicho a Julie que no esperase un ramo de rosas al otro día. Ella le había respondido algo que ni un bárbaro mongol hubiera podido descifrar. Pero luego de eso, cuando ya estaba por irse, dijo algo extraordinario.

—Tienes un arañazo en la espalda. —Julie rió, levantándose desnuda de la cama y tropezando en el camino—. Eso es tan… —Hizo un sonoro ruido con la boca, como si se saboreara—. Me pone cuando sienten dolor. —Soltó una risa estúpida—. ¿Por qué te vas? Todavía no te he visto sangrar…

Estaba bebido, sí, pero lo recordaba nítidamente. Incluso cuando ella gateó hasta él y le mordió el hombro, donde tenía el ligero arañazo. En ese momento, algo hizo click dentro de su cabeza. Creyó encontrar a una maníaca a la que le gusta el sado, pero se había topado con algo aún más peculiar. Pero eso no lo sabría hasta la mañana siguiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa Template by María Martínez © 2014