Susurro: Alimañas

domingo, 3 de marzo de 2013

¡Ahora! ¡Hazlo! ¡Apresúrate! Esas eran las palabras que Joaquín sentía en su mente mientras sostenía a la víctima por su cuello. Corría una niebla pegajosa en los callejones, pero el frío del ambiente no le impedía sentir una extraña calidez en todo su cuerpo al ver el terror de su enemigo. Había planeado aquello durante tanto tiempo…

―No, no lo hagas…

Él sonrió, seguro de que ya lo tenía. Era tan solo un instante el que necesitaba. Un relámpago de valor e intuición en su mente para arrebatarle la vida a aquel miserable criminal que solo había intentado escabullirse de sus pecados. Qué iluso había sido. Joaquín solo sintió la pesadumbre por no poder alargar su suplicio, ya que si lo arrastrara por las calles solitarias de la ciudad, sabía que alguien podría verlo. 

Sonrió y enterró el puñal en la boca de su enemigo, disfrutando con la asquerosa cantidad de sangre y tejidos que empezaron a romperse con sus puñaladas. Los gritos se empezaban a escuchar como alaridos infernales en el silencio de la noche, pero no le importó. 

Se caló el gorro, se arrebujó en su capa y salió de allí fumando su pipa con una sonrisa indiferente. Llevaba las ropas manchadas de sangre, pero en la oscuridad nadie podía distinguirlo. Al llegar a casa, simplemente le diría a su mujer que lavara todo. No sería la primera vez y ella solo sonreiría con malicia, lo invitaría a su cama y ronronearía el nombre de la nueva víctima en su oído mientras ambos caían en su propio frenesí asesino.

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