Cicatrices

jueves, 30 de agosto de 2012

Me rodea el silencio y un cansancio invencible se apodera de cada músculo de mi cuerpo. Músculos maltratados y llevados al límite durante meses y quizás años y que ahora no entendían que podían descansar. Que no entendían que ahora podía despertar sin tener que escapar de la cuchilla pendiendo del techo o que ahora podían acurrucarse al lado de un cuerpo tibio y noble y sentirse seguros.

―¿Estás bien? ―preguntó él, volteando somnoliento, pero inquieto, con la sombra del pasado reflejándose en sus ojos claros y medievales.

Asentí con la cabeza un poco aturdida. La pregunta tiene truco, por supuesto. Sabemos que tomará tiempo y que pasarán muchas noches antes de que pueda responder a esa pregunta con sinceridad. Solo espero que él no se canse demasiado pronto de esperar.

―Vamos a dormir ―le dije y me rodeó con uno de su brazos, estrechándome contra él. Miré su rostro de sonrisa vacilante y me encargué de tallarla en mi memoria quebradiza y de archivarla en mi mente, esa estantería derrumbada que ahora volvía a ponerse en pie. Pronto y de una forma que mi cuerpo cubierto de cicatrices todavía no podía entender, comencé a quedarme dormida junto a él, que haría un esfuerzo considerable al dormir tan pegado a mi ser tembloroso y plagado de pesadillas. Ya pensaría en alguna forma de recompensarlo.

Por ahora, buenas noches.

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