Susurro: Pregunta perdida

domingo, 13 de enero de 2013

Ella se mordió la lengua y suspiró. Se acercó al teléfono, pero no se atrevió a levantarlo. Apretó los ojos y esta vez se llevó una mano a la boca mientras golpeaba el suelo con el pie repetidas veces, sin notarlo. Esas dos semanas había conseguido evadir el tema y consolarse con mil y un excusas. Todavía creía en ellas. 

Pero los días se acumulaban y no estaba segura de querer aceptar la realidad. ¿Acaso era una realidad o solo otra suposición? La gente no podía desaparecer, ¿verdad? Recorrió toda la casa con una mirada penetrante, como si uno de los muebles tuviera la respuesta y solo necesitara intimidarlos lo suficiente para sonsacarles la información.

―¿Dónde estás? ―susurró para sí misma, pero él no podía escucharla. Tragó saliva y decidió salir. Necesitaba algo de aire. Se tardó cinco minutos en abrir la puerta y al final, salió dando un portazo de rabia. Rabia contra sí misma por sentir. Por dudar. Por temer. 

Por decir ‘vuelve’ en su mente a cada sombra que se cruzara en su camino. Hacía calor, lo que solo empeoraba el problema. Miró hacia el cielo y la luz hostil del sol golpeó sus ojos. Se sacó las gafas un instante y se rió con ironía al recordar que, al menos, pronto podría cambiarlos a unas más bonitas. 

Pero no era lo mismo poder lucirlas sin que él lo supiera. Sin que él se burlara, se riera y sonriera con esa expresión de perspicacia y astucia que siempre tenía. Sabía que no tenía sentido pensar eso, que simplemente tenía que quedarse y, a la vez, seguir caminando. Esperar.

Pero no un milagro. 

Amar a un fantasma tenía esos problemas. Nunca podía saber cuando se decidiría a aparecer, cuando podría o cuando simplemente desaparecería. Ella sonrió y empezó a dar un paseo. Volvió a suspirar. Amigos o furtivos enamorados, solo tenía un deseo y una pregunta.

―¿Dónde estás? 

Solo quedaba esperar y reírse de sí misma hasta que simplemente el tiempo le trajera la respuesta que necesitaba.

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