Literautas #6: ¿De qué color son tus ojos?

viernes, 16 de noviembre de 2012

Nota de la autora: ¡Otro ejercicio de Literautas! En esta ocasión, se trata de hacer una lista de palabras en base de los siete pecados capitales y crear un relato a partir de quince palabras seleccionadas. He elegido el pecado de la lujuria. ¡Un saludo! (: Y que lo disfruten.

***
¿De qué color son tus ojos?

No hubo tiempo para palabras o miradas. Sé que tus ojos son marrones y sabes que los míos también lo son, pero podríamos equivocarnos en ese momento. Ya no nos conocemos, ya no somos tú y yo, sino que somos lo que hacemos, somos movimiento y fuego. Has llegado después de tanto tiempo, pero no tenemos nombre, aunque el mío esté en tu brazo y el tuyo en cada uno de mis pensamientos.
Estrello mi palma contra tu mejilla con una fuerza que nunca he tenido, pero tú solo hiciste lo mismo con tu cuerpo y la muralla. Estoy segura de que más tarde un enorme moretón en mi espalda me recordará que realmente eres tú y que ya te has ido. En un segundo, me pregunto qué habría pasado si hubiera sido yo la hubiera aparecido en el marco de tu puerta.
Pero, ¿para qué hacerse preguntas cuando tu aliento a ron y cigarrilo inundan mi boca? Retrocedo y me río, porque no puedo dejar de pensar en la ironía que estamos besando. ¿Recuerdas que "Solo los malos fuman"? Entonces, ¿por qué no estoy fumando? Me vuelvo a reír y tú parpadeas, aturdido, con las manos ardiendo y los ojos sin un color definido mirándome, esperando que acepte.
Juego a que sé lo que hago y retrocedo con los brazos extendidos, sonriendo. Juego a que no sabes lo que estoy haciendo. Jugamos juntos y comienzas a reírte de mi propia expresión de inexperta atrevida. Comienzas a deshacer la corbata que te aprisiona el cuello y no puedo dejar de admirar las formas de tu cuerpo bajo las sombras de tu camisa negra.
¿Acaso no te dije siempre que adoraba a los hombres de negro? Negro que choca contra el rojo y rojo que se envuelve en mis propios brazos. La espera se alarga por segundos que no logro contar. Recorro los contornos de tus hombros ahora desnudos como si fuera la primera vez que veo a un ser humano. Sonríes y me besas la cabeza como a una niña.
Te empujo con brusquedad y te miro con una expresión sarcástica. Siento un borboteo en el contorno de mis muñecas y sé que quiero hacerte daño. Me envuelves nuevamente en tu boca, pero esta vez hundo mis dedos en tu piel, tratando de romperla. Gimes de dolor, pero no puedo escucharte y tampoco quieres detenerme.
Tomas mis muñecas con fuerza, pero lucho contra tu agarre. Esta vez, te impones y aprietas, exigiendo orden, exigiendo la obediencia que jamás te daré, pero que intentas obtener con tus ojos. Me río y te beso un solo segundo para luego voltearme y alejarme de ti. Sé que me seguirás y un escalofrío helado se desliza por mi espalda desnuda subiendo hasta mi nuca. Durante un instante recuerdo que no sé a qué estoy jugando, pero rápidamente lo olvido.
Me pregunto si también lo sabes. Nunca realmente te lo pregunté. ¿Eres un jugador o un actor? ¿Eres mi conquistador o mi vasallo? Quizás seas ambos, respondo mientras me siento en el borde de la cama y te veo acercarte, erguido como una vara, con sonrisa de primerizo y ojos de experto.
Te abalanzas como un gato salvaje. Te dejo ganar esa batalla, aunque no sin luchar. Mis dientes se hunden en tu cuello y sé que lo estás disfrutando tanto como yo. Te escucho reír y también me río mientras vuelves a tomar el control. De pronto, me siento helada cuando me miras con inseguridad, preguntando. Como el caballero que nunca has sido, dubitativo.
La posesión es la tenencia material con ánimo de señor y dueño, te recuerdo con un tono serio de abogada que siempre tengo que practicar. ¿Dónde está tu ánimo de señor y dueño? Jugueteo con las palabras y te ruborizas, dejándome al mando por un segundo antes de que vuelvas a tu rol de dragón enfurecido. Estás al mando por un momento. Me haces daño con tu cuerpo aplastándome y tus manos aprisionando las mías casi con rencor, pero cierro los ojos con una sonrisa entreabierta.
Eres pegajoso e impulsivo, recorriendo mi cuerpo con urgencia, apresurado, como si llegaras tarde a alguna parte. Liberas mis manos y aferro tu cabello justo en el momento en que dejo de tener sentido para solo tener sentidos. Eres fuerte y poderoso, pero también tímido e inseguro. Mezclas el agua con la tierra y me acallas con tus labios jadeantes. Nuevamente, acepto tu dominio, pero por solo unos segundos antes de volver a atacarte como una sombra herida.
Aceptas tu dolor y yo disfruto con él. ¿Cuánto tiempo transcurre? Ni siquiera es relevante, pero cuando vuelvo a mirar a mi alrededor, recuerdo dónde estoy y quién soy. Mi pecho respira con dificultad y sonrío con un recato que hacía unos minutos no existía. Trato de taparme, pero también sonríes y aferras mi mano con una risa nerviosa.
Recuerdo el color de tus ojos y tu nombre. Tú haces lo mismo. Y por un segundo, volvemos a ser aquellos amantes que nunca se separaron y que arden más allá de las palabras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa Template by María Martínez © 2014