Del otro lado

sábado, 15 de septiembre de 2012

Me acerco, pero sé que no podré pasar al otro lado. Es imposible. Allí no importan las intenciones, los orígenes, los pensamientos o las palabras. Hay algunos que están de un lado del velo y algunos que están del otro. Y, de vez en cuando, en algún punto de aquella cortina de niebla impenetrable, dos personas se encuentran justo en el medio, casi tocándose, pero sabiendo que se encuentran irremediablemente separadas.

Pero casi puedo sentirlas. Casi puedo ver sus sonrisas durante las mañanas y casi puedo sentir la sal de sus lágrimas durante las noches. Casi puedo notar que están allí, a tan solo centímetros, a mi lado, esperando que de el paso para atravesar. Casi.

Pero todos sabemos que es imposible. Y cuando puedes notar el dolor que vibra al otro lado y que el sufrimiento los devora lentamente, pero sigues sin poder cruzar el velo, puedes sentir la impotencia y la desesperación comenzando a embargarte. ¿Qué más puedo hacer? ¿Qué más puedo hacer? ¿Qué más que tratar de atravesarlo, de golpear mi cuerpo contra esa etérea nada increíblemente sólida y azotarla hasta que ya no queden fuerzas?

¿Qué mas puedo hacer al final del día sino dejarme envolver en el velo y gritar hasta que la garganta arda y sangre? ¿Qué más puedo hacer sino ofrecer promesas que no rescatan vidas? Sé que están al otro lado del velo y que los quiero. Sé que sufren. Sé que necesitan ayuda. Pero no puedo cruzar.

Y tú, querido guerrero errante y domesticado, ¿puedes sentirme? ¿Puedes notar que estoy aquí, a tan solo un velo de distancia, del otro lado, tratando de atravesar y tenerte a mi lado?

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