Amén

martes, 9 de octubre de 2012

Es realmente increíble, ¿no es así? Cómo el ser humano siempre busca su propia destrucción, su restricción, sus cadenas. Cómo el esclavo limpia sus cadenas y luego las enarbola ante el resto de los hombres libres, intentando aprisionarlos también con ellas.

«Oprobio y vergüenza» parece gruñir una voz insidiosa. Es casi gracioso que en el fondo la pluma del escritor pueda también ser usada para decir mentiras, para estrangular a otros y para hundirlos en su propio lodo. ¿Por qué insistes, hermano, en condenar a quien no conoces? ¿Por qué insistes, incrédulo, en burlarte de quien tiene fe? ¿Por qué insisten todos en usar sus palabras para atacar y sus dedos para juzgar?

No, no quiero tus palabras. No, no quiero tus burlas. Vivan, dejen vivir. No, no creo. No, no te juzgo. ¿Por qué entonces lo haces tú? Asesina, incrédula, para ustedes es lo mismo. Restricciones, solo cadenas, que oprimen y que someten. ¿Los hace mejores? Bienvenido sea. ¿Y por qué no dejar que cada uno decida cómo serlo?

«Dios prefiere ateos amables antes que cristianos odiosos». Tal vez esto no tenga sentido, pero ¿acaso tú tienes la respuesta? ¿Acaso tú tienes la Verdad? ¿Acaso tú tienes el camino al bien, la señal hacia la Luz, la forma de aliviar y purificar los corazones?

No te preocupes, tampoco yo.

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