Terror non Est [Fanfiction] - Capítulo I

sábado, 27 de octubre de 2012

Terror non est [Fanfiction de Teen Titans]

Capítulo 1: Ausencia de Luz
 
«El miedo llamó a la puerta,
la confianza abrió y fuera no había nadie»


***

Curioso, ¿no es así? Cómo las cosas simplemente se dan, cómo a veces simplemente los acontecimientos calzan unos con otros en una maquinaria perfecta, en una naranja mecánica inexplicable, cómo solo no podemos prepararnos para muchas cosas que ocurren. Cuando vuelvo la vista al pasado, siempre recuerdo lo mismo: la carta, la broma, los dulces, la risa y luego la oscuridad. Intento olvidar el resto, pero es francamente imposible.

¿Acaso podría alguien hacerlo? A veces pienso que solo fue ese día, ese mes y ese año, pero cuando noto el pulso de Starfire temblar a mi lado, el rostro más pálido de Raven, el mutismo antinatural de Chico Bestia y la obsesión sorda de Cyborg, no puedo dejar de pensar que se repetirá y que esta vez será mucho peor.

***


Desperté confundido. Adormilado. Algo adolorido. Desorientado. No era una sensación placentera, ya que por varios y largos segundos ni siquiera fui consciente de mí mismo. Creí estar soñando y, por un instante, me sentí tranquilo y descansado, aunque solo duró un momento. Luego recordé lo que había pasado y lancé un grito.

No podía ver absolutamente nada y solo podía oír mi respiración errática y acelerada rompiendo el silencio. Traté de moverme, pero la desorientación que me embargaba me impedía saber qué movimiento hacer. Por un momento, creí estar inmóvil, pero no era cierto: simplemente mi mente no lograba asimilar un entorno.
Di un paso. Y luego otro. Siempre tuve un equilibrio excepcional gracias a mi vida como acróbata y el entrenamiento junto a Batman, pero allí, en ese preciso instante, choqué las rodillas contra en el suelo en un intento de racionalizar la situación. Jadeaba mucho y, aunque una parte de mí trataba de tomar control de la situación, simplemente no podía.

―¿Hola? ―El sonido de mi propia voz fue casi acogedor y sentí vergüenza por el miedo que borboteaba en mi estómago. Lentamente, las preguntas correctas comenzaban a asomarse en mis pensamientos: ¿Dónde estaban mis amigos? ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado exactamente? ¿Por qué no podía ver nada?

Grité los nombres de mis compañeros de equipo. Por supuesto, no obtuve respuesta. Ya con más decisión, avancé algunos pasos, en un intento algo desesperado por conocer más sobre mi alrededor. Trataba de controlar mis emociones, pero el miedo insistía en acompañarme con cada paso que daba. En dos minutos conseguí algo de información.

Primero, que no había sufrido ningún daño físico; es más, mi uniforme estaba intacto e incluso parecía oler a nuevo.

Segundo, que el suelo era de piedra pulida, liso, sin irregularidades y de unos tres metros de longitud por dos metros de ancho.

Tercero, que estaba completamente solo.

O eso creía.

***

No lograba tener una noción del tiempo. No sabía si habían transcurrido quince minutos, tres horas o días enteros. No sentía que fuera demasiado tiempo, pero no estaba seguro de cuánto había permanecido inconsciente antes de enfrentarme a la oscuridad. No había podido descubrir mucho más desde entonces.

No estaba ciego. Aunque la oscuridad fuera absoluta, era una oscuridad conocida, provocada por la ausencia de luz. En ocasiones, creía ver un destello en los rincones, pero desaparecía tan rápidamente que nunca podía asegurar que no fuera solo mi imaginación. Me pasaba ¿segundos? ¿minutos? ¿horas? Tratando de recordar qué había pasado, tratando de sonsacar información de los pocos fragmentos que conservaba en mi memoria.

Fue previa a la Noche de Halloween. Chico Bestia había insistido en que salieran a las calles a pedir dulces disfrazados y yo me había negado durante todo el mes. Recordaba que Raven había intentado aterrorizar a Chico Bestia para que se olvidara de esa idea, pero solo había logrado animarlo mucho más e insistió en que la hechicera hiciera eso cuando tocaran los timbres de las casas. ¡Incluso había propuesto cobrar!

“Noche de Brujas con Raven. ¡Te morirás de miedo!” Así había sido el original eslogan que había creado antes de que ella amenazara con hacerlo real con él. Sonreí, a mi pesar. Starfire había sido la segunda más entusiasta, insistiendo en que decoráramos la Torre y que compráramos ridículas cantidades de dulces de todas las formas y colores. Estaba seguro de que el Alcalde no estaría demasiado contento cuando le llegara la cuenta, pero por verla sonreír…

Viejo, primero aprendiste francés… ¿Qué harás luego para tenerla contenta? ―Había dicho Cyborg.

¿Recreándote en tus recuerdos, pajarito?

Reaccioné rápido. Me levanté, tratando de conservar el equilibrio en la oscuridad y me coloqué en una postura defensiva.

―¿¡Quién está ahí?! ―grité y mi voz se escuchó con un eco que no correspondía al lugar tan pequeño en que estaba. No escuché nada más que una risa suave, educada y burlona. Un escalofrío me recorrió la nuca y no pude evitar que el rostro de un payaso maníaco se dibujara en mi mente. Pero no era el Joker. Podría reconocer su voz en cualquier lugar y ese tono no le pertenecía, pero el hecho de que me lo recordara me dio mala espina.

Esta vez, decidí ponerme manos a la obra. Recorrí todo el lugar, golpeando las paredes y buscando irregularidades. Aquello tenía que tener una salida. ¿Cómo había entrado? ¿Cómo me habían dejado allí? Tenía que tener una abertura, una entrada… algo. Tenía que tener una explicación y aunque uno de mis sentidos se hallaba vedado, tenía que utilizar el resto. No había sido entrenado por el mejor para permanecer de brazos cruzados en situaciones como esa ni había arriesgado mi vida tantas veces como titán para dejarme vencer en un momento como ese.

Revisé mi cinturón por segunda vez, haciendo una lista mental de todo lo que tenía. Evidentemente, el comunicador no estaba en su sitio, aunque el resto de mis armas seguía allí como si nadie las hubiera tocado, aunque no era así. Veinte minutos después, descubrí algo: era un mechón de cabello. No podía verlo, pero al acercarlo a mi rostro, distinguí lo inconfundible: un aroma a frutilla y jardín de Tamaran. Era un mechón de cabello de Starfire.

Y estaba manchado de sangre.

***

Fue difícil mantener el control. Quería gritar y golpear las murallas con mis puños hasta romperlas y enfrentarme al cobarde que nos había metido allí. Estrellé mis puños contra la roca y me sentí furioso, aterrorizado y avergonzado. Me apoyé en la pared y traté de evitar que escenarios de muerte y dolor se apoderaran de mi mente. Starfire estaba bien. Estaba bien.

Mis manos estaban sudorosas y temblaban. Cerré los ojos, aunque era inútil: la oscuridad era la misma. El escenario influía en mis emociones, lo sabía, pero no encontraba modo de controlarlo. Tenía que actuar, era el único modo de salir de ese infierno. Pero ¿cómo? ¿Cómo hacerlo? Jadeaba. Jadeaba. El olor a sangre ―su sangre― impregnaba mis sentidos. El corazón aceleraba y retrocedía, bombeando recuerdos y gritos a mi memoria.

¡No, no, no! ¡Por favor, alguien me ayude! ¡Ayuda! ¡Por favor!

«Esto no está bien», pensé desesperado. Este no era yo. Starfire era una guerrera, podía defenderse y cuidarse. Era el líder de los Titanes, tenía que sacarnos de allí. No podía simplemente decaer y rendirme. Sentía las náuseas en el fondo de mi garganta y tarde me di cuenta de que estaba arrodillado contra el suelo, temblando como una hoja. Había algo en ese lugar. Algo que me estaba influenciando y que me impedía pensar con claridad.

Me tomó algunos minutos volver a recuperar la compostura e idear un plan de acción. ¿Qué tenía a mi disposición? Tenía mis armas, tenía mis habilidades y tenía algo de información. Empezaría de nuevo en busca de más pistas, estaba seguro de que encontraría alguna. Pensé en dónde estarían mis amigos y, aunque un escalofrío me recorrió la espalda, apreté los puños y me puse en movimiento de inmediato.
«Cuentan conmigo, no voy a decepcionarlos».

Inmediatamente después de eso, algo sucedió. Me sobresalté al distinguir como un haz de luz se entrometía en medio de la oscuridad cuando una puerta se abrió en la penumbra. Ni siquiera me pregunté de dónde había salido o cómo no la había notado antes: simplemente corrí hacia ella antes de que desapareciera.

Sabía que si no llegaba a tiempo, se cerraría y permanecería allí por siempre. Corrí. Corrí. Los pasos resonaron contra la piedra y mi propia respiración se escuchaba errática y desesperada. Era un espacio reducido, pero parecía interminable mientras avanzaba. La luz casi era dolorosa y me di cuenta que me había acostumbrado a la oscuridad absoluta.

Corrí, corrí y corrí por lo que me parecieron kilómetros. Sentí que algo me perseguía y que no avanzaba, que caminaba sobre arenas movedizas. El recuerdo de las escaleras trucadas de Demente Mod me vino a la mente, pero rápidamente la sorpresa de hallarme junto a la puerta hizo desaparecer todo lo demás.

―¿Quién está ahí? ―pregunté con fuerza y coloqué mi mano sobre el cinturón, en caso de un ataque. Eso gritaba ‘trampa’ sin lugar a dudas, pero cualquier cosa sería preferible a volver a la oscuridad. Ahora apenas podía recordar la opresión, la desesperación, la soledad y el miedo… La luz me había devuelto a lo que era y me sentía seguro y decidido. Pero debía ser precavido. Avancé a través de la luz con serenidad, pero observando cada movimiento. Era un pasillo estrecho y tragué saliva al notar que parecía estrecharse con cada paso que daba.

¿Quedaría atrapado? Sacudí la cabeza y me obligué a avanzar sin pensar en ello. No podía volver. No iba a volver. Solo podía avanzar, aunque no sabía si eso era mejor. Mis amigos podían estar en peligro, necesitaba llegar a ellos y ayudarles. ¡Era su líder! ¡Debía avanzar! Paso a paso. Paso a paso. Comencé a correr, desesperado. Corría y corría nuevamente, sintiendo el vaivén de mi pecho y el esfuerzo de mis piernas.

Pero el pasillo no terminaba. No terminaba y se hacía cada vez más estrecho hasta que finalmente quedé inmóvil entre dos paredes que me aprisionaban y me cortaban el aire. Intenté moverme, pero podía sentir mis huesos rozándose entre sí, tratando de romperse para liberarse. Grité de dolor e hice lo único que podía: grité los nombres de mis amigos y me quedé absolutamente quieto, prisionero en un pasillo iluminado.

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