Susurro: Fe

lunes, 25 de febrero de 2013

El cuervo se posó en el alféizar de la venta y la observó con perversidad. No sabía cómo, pero estaba absolutamente segura de que la maldad en aquellos ojos no humanos irradiaba directamente hacia ella. Elizabeth apenas movió su mano hacia el tintero cuando el ave graznó con fuerza.

―¡No! ―gritó ella en respuesta y la silla pareció derribarse con ella encima. La ironía de haber terminado de leer un cuento de Edgar Allan Poe se empezó a apoderar de sus pensamientos, pero apartó el miedo y se levantó, enfrentando a ese demonio. Pero ya había desaparecido por completo.

En su lugar, un enjambre de diminutos insectos sobrevoló la hoja de papel en blanco, derramó la tinta y comenzó a devorar cada una de las letras que formaban su nombre. Elizabeth gritó. Y el cuervo sonrió desde el centro de su cama, triunfante. 

―Los únicos demonios que existen tienen forma humana ―susurró para sí mismo y con cierta indiferencia, permitió que los huesos y carnes de aquella chica solitaria fueran alimento para sus más queridos amigos. Oh, cómo adoraba ver el terror en los ojos de los incrédulos.

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